Algo más que palabras

Los Mártires Granadinos de 1936

Una Historia para la reflexión

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

            En diversas ocasiones he escrito sobre la necesidad de custodiar nuestras raíces, lo que conlleva la memoria histórica, el recuerdo a los que nos precedieron, entre los que se encuentran los mártires. Si un árbol sin raíces no es nada, menos es una existencia sin historias de nuestra historia, que es lo que verdaderamente nos sostiene como persona y nos hace progresar la conciencia de la libertad. El próximo 29 de mayo (a las veinte horas) va a presentarse en el Centro Cultural Nuevo Inicio (Edificio de la Curia-Plza. Alonso Cano, s/n) un libro del que es autor el capellán Santiago Hoces Pérez, bajo el título “Los Mártires Granadinos de 1936”, que no es otra cosa que un real, esclarecedor y vivo relato de granadinos que han dado su espíritu por el nombre de Jesús. 

            Quisiera partir del fundamento de la exposición de motivos de la Ley 24/2006, de 7 de julio, sobre declaración del 2006 como Año de la Memoria Histórica: “la experiencia de más de 25 años de ejercicio democrático permite hoy abordar, de forma madura y abierta, la relación con nuestra memoria histórica, teniendo en cuenta que recuperar dicha memoria es la forma más firme de asentar nuestro futuro de convivencia”.  Ciertamente, yo también pienso que evocando lo vivido desde la óptica del tiempo que todo lo purifica, también se entra en la reflexión de otra manera, con una perspectiva más neutral y sosegada, despojado de resentimientos y odios que siempre hacen imposible los entendimientos entre seres humanos. 

            Quizás no haya más que una historia, la humana, y que su único sentido sea hacernos ver la necesidad de convertirnos realmente en humanos. Siguiendo esta vía, podríamos decir que “los Mártires Granadinos de 1936” es también un ejemplar histórico, con cerca de setecientas páginas estructuradas en cinco capítulos, verdaderamente injertadas de sencillez y autenticidad, para hacernos partícipes a los lectores de un mensaje. La desconsideración no la estimo de recibo. Sin duda, para los creyentes será de esperanza, pero aquellos que no lo sean deben entrever cuando menos una lección. Ahí queda, imborrable en el tiempo, el desvelo de unos granadinos de fe dispuestos a difundir la luz de la vida, que para ellos como para todos los cristianos siempre ha de ser Cristo, incluso hasta el derramamiento de sangre.  

            La herencia de estos valientes testigos de la fe, “archivos de la Verdad escritos con letras de sangre” (Catecismo de la Iglesia católica, 2474), nos ha legado un patrimonio que habla con una voz más fuerte que la de la indiferencia vergonzante. El libro contribuye con su buen hacer y, aún mejor decir, a despertarnos el pensamiento. Nos adentra en los años difíciles de la persecución religiosa, tanto en el ámbito de España como en el de Granada (le dedica los dos capítulos primeros), para luego reescribir y redescubrirnos en el capítulo tercero, los testimonios de los mártires de la diócesis Granadina (Loja, Riofrío, Alhama, Motril, Almuñécar, Salobreña, Cádiar, Iznalloz, Arenas del Rey, Lanjarón…) y en el capítulo cuarto aquellos mártires de Almería que lo son también de Granada. Cierra el compendio, el capítulo quinto, que recoge dos de nuestros mártires, ya beatificados por el Papa: El Beato Manuel Martín Sierra  y Manuel Arias Martín.  

            A mi juicio, “los mártires granadinos de 1936 es un texto para la deliberación, jamás para el olvido. Yo diría que es una obra saludable para tomar el pulso de lo que uno es o puede ser. En sus páginas, se narran testimonios increíbles, aunque de todos ellos se podría sacar un denominador común: fueron granadinos templados y valerosos, en coherencia con su condición de creyentes, disponibles para ayudar a todos, sin distinción alguna, tan fuertes que no renunciaron a su identidad cristiana, llegando a perdonar a sus  propios verdugos. Estos granadinos, que murieron perdonando, son el mejor aliento para que todos, creyentes y no creyentes, fomentemos el espíritu de la reconciliación.  

San Agustín dijo que, en el jardín de la Iglesia, se cultivan: Las rosas de los mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas. De entre estos cultivos florales, me quedo con “los mártires granadinos de 1936”; puesto que son pétalos del amor, encendidos hoy bajo el cielo de Granada, sin condiciones ni condicionantes, que nos dicen que el amor es el único poema capaz de enternecernos y estremecernos, testigos supremos del latido que nos hace poesía, corazón de corazones. En suma, he aquí un libro que nos hace libres. Servidor siempre se sumará a esa libertad de verso y vida.