Algo más que palabras

¿Para qué sirve sacar en procesión a la Virgen de las Angustias?

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Cuando me propusieron escribir sobre la Virgen de las Angustias, pensé en dar lo mejor de mí, como lo da nuestra protectora Madre a todos nosotros. Es lo mínimo que puedo hacer como gratitud a tantas gratitudes suyas. Más que nunca me siento vivo para transmitir sentimientos de vida. Se vive porque se cree en algo y yo así lo siento. A pesar de vivir en la era del utilitarismo, servidor no ha perdido la fe en el pueblo. Sería tremendo perderla. Y, aunque parece que todo tiene que tener una utilidad, la cuestión de la fe empapa desiertos y mueve piedras. Sin embargo, es cierto que muchas gentes hoy en día, ante las tradiciones cristianas parecen estar dispuestos a reconocer su atractivo festivo histórico, pero luego acaban por preguntar: ¿Para qué sirve llevar en procesión a la Virgen? ¿Es un deseo de figurar o es verdaderamente una devoción? ¿Por qué y para qué vale la pena creer? A semejantes preguntas se puede responder de muy variadas maneras, puesto que la utilidad de la fe, a poco que miremos hacia dentro de nosotros mismos con los ojos interiores de nuestro propio corazón, notaremos una gozosa sensación que no es comparable con bien material alguno.

Esa piadosísima Virgen que vive en la Carrera, que es tanto como decir en el corazón de todos los granadinos, angustiada por nuestras angustias y alegre por ser nuestro consuelo, nos pone en bandeja la resolución sobre lo útil que resulta buscar el sentido y rebuscar la verdad de lo que yo soy o de lo que puedo ser. Sólo hay que mirarle en silencio a la cara, con plena libertad y con mucho amor al amor de la vida, ver cómo lleva a su Hijo entre sus brazos, escuchar lo que nos dicen sus labios y no distraerse para no perder el paso de la mística y tropezar, en cualquier esquina, con la piedra del consumo. Si una silenciosa cosecha reverdece el campo de poemas, la fe nos amanece a la poesía. Ella, nuestra Madre entre todas las madres y con todas ellas, es el verso más níveo y el latido más profundo. Su lenguaje nos habla de que la fundamental utilidad de la fe está en el hecho mismo de haber creído y de haber confiado.

Creyendo y confiando en la Señora, el camino se hace más llevadero. Este fervor popular tiene un sentido casi innato de lo sagrado y de lo trascendente. La unión armónica del mensaje cristiano con la cultura de un pueblo, es un motivo más de la estima de los granadinos hacia la Virgen de las Angustias; Madre que fue pobre entre los pobres, que sufrió mucho, y, a pesar de los pesares, fue paciente y mansa. Si durante el año, la basílica es un lugar de encuentro y oración, o cuando menos de parada; el día de la procesión lleva consigo la intensidad de las emociones, de los diálogos profundos y de los gemidos inefables. Nuestra santidad, que es profundamente antropológica, está enraizada en el ser humano que se reconoce a sí mismo como un ser ético, capaz de actuar según los criterios del bien y del mal, y no solamente según la utilidad y el placer. Se reconoce, igualmente, como un ser religioso a través de las diversas manifestaciones de fe. En consecuencia, sacar en procesión a la Patrona, embellecida por las rosas que se donan, verdadero racimo de esperanza vivida, es una confirmación más de que la virtud existe y que tiene muchas bondades que revelar.

Septiembre con la procesión de la Virgen de las Angustias, los diversos cultos y la ofrenda floral, representa el testimonio perenne de que todavía tenemos la misma conciencia de Abraham, el cual siguió la voz de Dios que lo llamaba a emprender la peregrinación de la fe. La Madre va en cabeza con su Hijo. No hay mejor estrella para llevarnos al Creador. El pueblo va detrás. Es una estampa inenarrable. Refrenda que sus gentes siguen en el camino, que van por las rutas del Evangelio en dirección a un mundo más humano, más de Dios. Quizás nos falte el valor para sembrar el gozo. También pienso que habrá gente que quiera eliminar estas marchas devotas y que otros deseen multiplicarlas. Entre los dos extremos, siempre está la posición intermedia; que –como dijo Quevedo- el amor es fe y no ciencia. Pongamos, pues, a buen remojo la tolerancia. Que el amor nos exige tener, hacia la fe de los demás o hacia la fe de los que la rehúsen, el mismo respeto que se tiene por la propia.

Hay que reconocer un hecho histórico. La historia está crecida de pruebas en este sentido. Caminar en procesión, acompañar a la Madre por las calles de Granada, tiene cierto privilegio. Ha ayudado a la gente, durante siglos, a encontrar las respuestas a las preguntas que todos alguna vez nos hemos hecho, o nos hacemos a diario, sobre el camino recorrido, el sentido de nuestra vida, del sufrimiento o de la misma muerte. Hoy también puede darnos una luz positiva al proceso de la migración, este peregrinar bajo el manto de la Purísima, donde todas las gentes se pueden cobijar. Granada, con la Virgen de las Angustias como patrona, es un buen lugar para que las culturas se comprendan y se entiendan. Por mucho que la ciudad sea un crisol de civilizaciones, hay un denominador común ante el eterno y último destino del hombre. Desde luego, será saludable vivir la marcha en comunión, que nadie se sienta extranjero, puesto que todos los humanos esperan de las diversas religiones la respuesta a los recónditos enigmas de la condición humana. Con las angustias de la Virgen en el alma, pero también con las sensibilidades de la unión fraternizadas, podremos interiorizar mejor el misterio de la Cruz y exteriorizar más puramente la fe heredada.

Sacar en procesión a la Virgen de las Angustias, como ya nuestros antepasados lo hicieron, y también los antepasados de nuestros antepasados, debe servirnos como reflexión. Ella, insisto, vive en el alma de Granada y en la de todos los granadinos; es la Madre comprensiva que nos llama a la fiesta de la belleza, que nos hace brotar lágrimas del corazón, poesía viva que es oración pura. ¿Qué mayor utilidad que el pueblo salga a peregrinar su fe, la gozosa esperanza y el amor que se enciende como antorcha de luz? La cuestión está en saber mirar lo invisible y ver la alegría que siembran las gentes hacia la Señora, donde la multitud escribe un poema interminable, latido que sólo puede nacer de una experiencia espiritual intensa y consoladora.

Mejor que nadie sabe de nuestro dolor y alegrías. Llena de ternura, como buena Madre de Dios y nuestra, nos acompaña en todas las pruebas que la vida nos pone en el camino. Por eso, la actitud de sacarla en procesión, no puede ser otra que una actitud impregnada de reverencia y ofrenda. Sin este componente interior corremos el riesgo de que los gestos simbólicos degeneren en costumbres vacías, que entonces no tendrían sentido alguno; y, en el peor de los casos, en la superstición tan propia del mundo actual. Necesitamos raíces sólidas para sobrevivir en el árbol de la vida. Debemos cuidarlo como el poeta cuida la palabra y regar la humana planta con la autenticidad del verso. Considero que sólo la razón creadora es lo único que puede ayudarnos a no rechazar a Dios, manifestada en la Virgen de las Angustias que porta al Hijo y en el Hijo crucificado como amor.