Algo más que palabras

En la espera de un mañana

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Como el poeta, toda ilusión la ponemos en la espera de un mañana. Y de igual modo que Josefina de la Torre , también nos preguntamos: ¿Cómo vendrás? ¿Adornado de blanco flor de retama o de flor de pensamiento que de luto se engalana? ¿Vendrás con rojas o con pálidas miradas? ¿Tendrás voz, tendrás sonrisa, o no me guardarás nada? El mañana no deja de ser algo irónico, a pesar de todas nuestras inquietudes por prosperar y porque nuestra felicidad –la propia- esté asegurada de por vida. Nadie sin futuro –dice un lema de Cáritas. O sea, lo que es lo mismo: nadie sin nadie y todos con todos. Pienso que esa espera es la única por la que vale la pena desesperarse y empeñarse en construir un lugar común y habitable. El problema de hoy es que el futuro ya no es lo que era. En cualquier momento puede sorprendernos una tromba de polvorines que nos mandan al otro barrio en un abrir y cerrar los ojos. La inseguridad tiene un claro ascendiente.  

Esto de las influencias también tiene sus orejas de lobo. Y así, en la espera de un mañana mejor, los hay que crucifican su vida arrojándose a los brazos de los bestiales traficantes de seres humanos. En consecuencia, a estas alturas del año 2006, la inmigración irregular llegada a bordo de embarcaciones bate récord. Al buhonero le resulta fácil vender falsos anhelos a pueblos oprimidos. No hay una sola provincia española donde no haya una presencia inmigrante. La acogida no está siendo nada fácil para algunos. Cuentan las crónicas, que en un intento por integrarse y pasar desapercibidos/as, ha llevado a ciertas personas a pasar por el quirófano para cambiar de imagen. Esto me parece perverso, irracional, sádico, tan rudo como ese bárbaro huracán que todo lo derriba a su paso. Tener que unificarse por las apariencias en vez de por los lenguajes es algo horroroso. José Manuel Blecua, filólogo y miembro electo de la Real Academia Española, no ha podido hablar más claro al respecto, y ha criticado con razón, que en España falte una formación de español para extranjeros. Denuncia que no es adecuada la que existe en la actualidad. Ya me dirán cómo se puede integrar, pues, una persona que habla distinto a nosotros, si desconoce la lengua para entenderse con su vecino.  

En cualquier caso, el mañana, tiene variadas semánticas. Para los débiles pasa por abrazar lo inalcanzable. Para los temerosos, llegar a lo recóndito. Para los animosos es la oportunidad que siempre llega y que sólo hay que ser valientes para retenerla. Para otros, sin embargo, el mañana no existe y la vida apenas tiene valor alguno. Los hay que les interesa tanto el futuro, que lo consideran lugar donde van a pasar los días y se gastan un pastón en acudir a futurólogos. Entre las hipotecas, las casas de la buena suerte y las loterías que el gobierno alienta, el por-venir en realidad se queda para muchos en por-llegar. El día que rompan a hablar los inmigrantes, el bienestar de los paraísos se pondrá en entredicho. Porque el derecho a emigrar en la espera de un mañana de rosas, no es un juego más, es preciso reconocerlo a toda persona por encima de los nacionalismos excluyentes, puesto que esta vida es un jardín para todos los ojos y miradas, aunque deba reglamentarse por razones naturales de espacio y convivencia.  

Se olvidan los que acuden a la futurología tan en boga hoy, que el mejor profeta del mañana es el pasado, donde se escribe la historia venidera. Quizás esos valores que nos definen y que han demostrado su validez a lo largo de nuestra historia, no se hallarían tan amenazados o pérfidamente relativizados, si buceáramos más en las raíces que nos sostienen. Tampoco se trata de torturarse con el mañana o de encadenarse al pasado, todo requiere su equilibrio. Lo cierto es que hay un futuro que no llega para esas personas endeudadas hasta los dientes, a los que les cuesta llegar a final de mes, o para esos inmigrantes que no tienen ni un techo donde dormir.  

A pesar de los pesares, el mundo está bien hecho, dijo el poeta. Nos lo creemos. La realidad es que se han derrumbado muros, pero de mentira, porque al tiempo también se han levantado paredes que nos distancian. Asimismo, se han abierto fronteras, pero se han cerrado corazones. Las rivalidades están a la orden del día. La sed de justicia es tan grande como el hambre. Que se lo digan a los mártires de la historia y a los mártires del terrorismo presente. Todos reclamamos una nueva civilización plenamente humana. Sin condiciones ni condicionantes. Lo malo es que no ponemos el alma en la póliza (de riesgos) en la que se nos considera objetos. Lo firmamos todo, hasta ser una cosa de mercado. En consecuencia, los listos de turno deciden arbitrariamente sobre derechos que nos pertenecen, como es el de la vida o el momento de la muerte. Lo cruel de este desaguisado, es que hemos caído en el terreno de la desesperanza y puede que, el mañana, sea solamente una ilusión a cultivar todos los días.  

Servidor apuesta, si se me permite, por un mañana universalizador y universalista. Esta apertura, donde la fuerza y el miedo dejen de ser moneda de cambio, hacia nuevos horizontes requiere sabia meditación y audaz previsión para implicarse y aplicarse toda la familia humana. Pienso que en la búsqueda de ese futuro en libertad, no caben vacilaciones para avanzar; en parte, porque el mañana está oculto detrás de los seres humanos que lo hacen. No es mal camino, pues, hacerlo hacia el interior antes que al exterior, donde también se halla la eternidad de los mundos, el pasado que se nos fue, el presente que se nos va y el futuro que cada cual vive a su manera. Yo, por si acaso, me ofrezco a diseñar un futuro mejor, aunque sea con la utopía del viento, favorable siempre a la vida y dispuesto a poner voz, brazos y clarinete. Que la música no falte. Quiero vivir, dijo el aire al quitarse los agobios. Sabed que desde hoy, -escribió el cronista de verbos-;  el mañana, ya no es una espera, sino una esperanza real. Los poetas han tomado el poder. Abrieron ventanas, las del corazón, al futuro. Prohibido disparar. Decreto del gobierno parnasiano.