Algo más que palabras

Gestiones que nos indigestan

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Cada día aumentan las cuestiones que nos empachan y las acciones que nos repugnan; en parte, porque los que ocupan puestos de responsabilidad no acepten cuestionarse su gestión, su modo de administrar el poder y de procurar el bienestar de las personas. El que más de seiscientos participantes congregados en la I Conferencia Nacional sobre Prevención de Residuos organizada por el Ministerio de Medio Ambiente, en el actual mes de abril, realizaran un diagnóstico negativo sobre las políticas de prevención en materia de residuos, debiera ser motivo suficiente para tomar otro rumbo.


Ciertamente, los residuos constituyen un grave problema ambiental y están en el origen de otros como la contaminación de las aguas, del suelo y aire o los riesgos de salud pública. Educar en la solidaridad y en el respeto al medio ambiente es hoy una necesidad urgente que sólo figura en los planes educativos. La realidad es que se hace bien poco, por no decir nada. Sólo hay que ver el rastro que dejan los jóvenes cuando se reúnen para practicar baños etílicos o para degustar sustancias como huída de este mundo canalla. Hace tiempo que la enseñanza en la madre patria se gestiona como adoctrinamiento, en vez de atenerse a los preceptos constitucionales que demandan el desarrollo pleno de la personalidad humana como finalidad de la educación (art. 27.1 de la Constitución Española) y las garantías necesarias para que los padres puedan elegir la educación moral y religiosa que responda a sus convicciones (art. 27.3). La absurda imposición por parte del Estado de una determinada formación moral a todos los ciudadanos, bautizada como Educación para la ciudadanía, ratifica el pensamiento anterior. Así, luego, pasa lo que pasa; y nadie respeta nada, ni a nadie.


La lección dejada por los participantes en la Prevención de Residuos, ahí está. Hablaron hondo y profundo. Piden más control. Donde el descontrol reina, mal gobierno tiene. Y también solicitan la colaboración de la sociedad para una correcta gestión de los residuos. Es más de lo mismo que se dijo ayer. Tampoco creo en la efectividad de las campañas publicitarias cuando se permiten otras que incitan a todo lo contrario. Si el amor, lo que era más puro, se ha convertido en un Express de usar y tirar, el ambiente es un espanto que toma raíces. Torpe consejero es el tipo que no tiene corazón. Genera un veneno de difícil reciclado, por mucho poeta que exista para que purifique y matrimonios que celebren boda. Al final no sabemos si el poeta escribe como catarsis de su ego y si la celebración matrimonial es por amor o por interés. Lo mismo sucede con tanta convocatoria ambiental, cuesta comprender si es para concienciar o para despistarnos y entreternos. Porque, además, los problemas medioambientales (gestión de aguas y residuos, protección de espacios naturales, control de la contaminación…), en vez de mermar, crecen y se disparan como los divorcios.


También resulta complicado la toma de conciencia ciudadana, si quienes debieran dar ejemplo, por su cargo de autoridad o carga de solidaridad, no lo hacen o pasan de hacerlo. Ya me gustaría que el camino de la adhesión y de responsabilidad, en cuanto a generar residuos menos tóxicos o más reciclables, tuviese un lleno total de caminantes, y que la madre patria tuviese una dimensión cada vez más humana, o sea de amor, puesto que el ser humano está profundamente vinculado a su hábitat.