Santiago del Estero

Autor: Reina del Cielo

Sitio Web 

 

República Argentina, extremo sur de América. Al norte del país se ubica una ciudad llamada Santiago del Estero. Debido a que la colonización del país se hizo por tierra desde el océano pacífico, bajando en carretas y mulas desde el virreinato del Perú, en esta zona se encuentran las ciudades más antiguas del país, siendo Santiago del Estero la primer ciudad fundada en territorio argentino. El acceso al océano Atlántico estaba destinado a florecer con posterioridad, bajo el influjo del contrabando ingles. Buenos Aires nació años después junto al Río de la Plata, en el limite este del centro del país, como puerto y centro del comercio con Europa. 

Vivo en Buenos Aires y con mi familia me dirigía a la ciudad de Salta, más al norte y al oeste aún que Santiago del Estero. Fue entonces que recordé algo escuchado varios años atrás: en Santiago se encontraba una copia del Santo Sudario, original, un tesoro del que no había más que otro ejemplar en el mundo entero. Cuando el recuerdo vino a mi memoria, disparé de inmediato una consulta a mis amigos, por correo electrónico. ¿Alguien sabía si esto era verdad, y de ser así, donde encontraría tal tesoro?. Rápidamente vino la respuesta: es verdad, y se la puede encontrar en el convento Dominico cercano al centro de la ciudad. Con el ánimo puesto en encontrar al Señor tierra adentro de nuestro país, partimos ruta al norte.  

Un poco de historia sobre el Santo Sudario 

Antes de seguir con el relato de nuestro viaje, déjenme contarles un poco de lo que descubrí con posterioridad, investigando sobre las maravillas que Dios había puesto en nuestro camino. Sabemos que cuando nuestro Señor Jesús fue bajado de la Cruz y llevado al sepulcro nuevo que había preparado José de Arimatea (ubicado muy cerca del Monte Gólgota), las santas mujeres limpiaron el Cuerpo del Señor y lo envolvieron en una Sabana, de acuerdo a la costumbre del pueblo Judío. En realidad debieron realizar ésta dolorosa tarea con gran apuro, porque el sol de aquel Viernes Santo descendía dando paso al sábado. Había que cerrar el sepulcro antes que se inicie el shabath. 

La larga Sabana cubrió el Cuerpo de Nuestro Señor por delante y por detrás, y es la misma que fue encontrada dentro del Sepulcro vacío el Domingo de Pascua de Resurrección por la mañana temprano. La pieza de fino tejido estaba perfectamente doblada sobre la piedra donde el Viernes se había colocado el Cuerpo del Redentor, como consta en los Evangelios.

 

¿Qué es el Manto de Turín? 

El Santo Manto o Sábana Santa, que una sólida y sustentada tradición señala como la Sabana o el Manto que envolvió el cuerpo del Señor Jesús, es una fina pieza de lino de 3 pies y 7 pulgadas de ancho y 14 pies y tres pulgadas de largo (exactamente 8 por 2 cubits, la antigua medida usada en Israel). El Manto lleva la imagen detallada del frente y la espalda de un Hombre que fue crucificado de manera idéntica a Jesús de Nazaret según describen las Escrituras. Además de la imagen humana impresa en la tela, dos líneas oscuras paralelas con algunos triángulos blancos son la evidencia de los daños provocados por un incendio que sufrió el Manto en 1532.

 

Con el correr de los siglos, durante los juveniles primeros siglos de la Santa Iglesia, se empezó a hablar de la existencia de una pieza de fino tejido en la que milagrosamente se había estampado la figura del Cristo Muerto en la Cruz. Partiendo de Palestina, y en base a la tradición y los relatos de los Cruzados, es posible seguir el curso de la Sabana Santa o del Santo Sudario hasta llegar a Turín, donde se la custodia y expone en la actualidad. Sin embargo, es desde la edad media en que más información se posee sobre su derrotero, particularmente desde que llegó a Francia en propiedad de la familia Charny durante el siglo XIV, probablemente suministrada por los caballeros de la orden de los templarios. En la noche del 3 de diciembre del año de 1532 se produce un incendio en Chambery, pueblo donde se custodiaba el Sudario, que dañó severamente la caja de madera revestida en plata donde estaba guardado, doblado en ocho pliegos. La plata fundida goteó, penetró y destruyó un ángulo del tejido, afectando el mismo punto en todos los pliegos en que estaba doblado el Santo Palio. Para preservar tal tesoro de semejante accidente, se lo colocó entre dos paños de tejido de tamaño similar, uno por delante y otro por detrás. Después de dos años se decidió encomendar a las hermanas clarisas el zurcido del tejido, con gran cuidado y devoción. Grande fue la sorpresa al advertir que los dos paños que se habían utilizado para proteger el Santo Sudario habían recibido la impresión, por medios milagrosos, del mismo Cristo Muerto en la Cruz que se podía ver en el original. ¡Ahora había tres versiones del Santo Sudario!.

Oración final Jesús, mi amado Hermano. Te vi Muerto hoy. Te vi hecho una sola Llaga. Te quise consolar, pero mi alma se sintió cubierta de la vergüenza de ser hombre, de ser uno de los que te llevaron a la Cruz, por mis pecados. Te quise tocar, pero vi que eras el mismo Dios, y cayendo de rodillas no me atreví a mirarte. Mi corazón se sintió anonadado por la inmensidad de Tu Divinidad. Pero Vos, Señor, me consolaste a mi. Te pusiste a mi lado, y me dijiste: te amo, nunca lo olvides. Y me tocaste, tocaste mi corazón para que pueda aceptar que a pesar de ser un pecador, tengo en Tu Infinita Misericordia el perdón de mis miserias. Hoy vi a mi Jesús, lo vi como nunca lo había visto. Era El, era El. Ahora mi alma reposa, porque Cristo, El Cristo, se ha manifestado ante mis ojos. Señor, gracias, gracias, gracias.

Amén. 

Sangre del Señor

Las marcas de la Santa Sangre del Señor se habían traspasado desde el original a los dos paños que ahora eran copias, pero también se impregnaron de restos de Santa Piel y  Sudor, junto a tierra de Palestina, polen y otros testimonios que en la actualidad son objeto de estudio de los científicos que investigan tan Sagrada Reliquia. El mismo Jesucristo que está presente en el Santo Palio quedó replicado en las dos copias que la Misericordia de Dios quiso poner en manos de los hombres. Las dos réplicas acompañaron al original, que debió ser desplazado durante guerras que asolaron la región, para evitar ser dañado. El Papa dispuso finalmente que el Santo Sudario quedara en Turín, que una de las dos copias se le diera a Francia por haberlo custodiado durante más de dos siglos y que la otra fuera a España. Sin embargo, a fines del Siglo XVI, el Rey Felipe II decidió enviar la réplica que tenía en España al Nuevo Mundo, con la finalidad de contribuir a la creciente evangelización que se llevaba a cabo en suelo americano. El Rey eligió como destino de la segunda copia a la naciente ciudad de Santiago del Estero, por ser la más antigua de las ciudades fundadas en la región sur de América. La reliquia estuvo desde entonces bajo la protección de los jesuitas; se considera que fueron ellos los que la trajeron, hasta que fueron expulsados de América en el Siglo XVIII. El año 1585 indicaría el momento de llegada de tan sagrado objeto a la ciudad del norte argentino, siendo que en el inventario de los bienes de la Orden de los Jesuitas, realizado en 1767, la copia de la Sabana Santa figuraba como pertenencia. A partir de la expulsión que los hijos de San Ignacio de Loyola sufrieron en la América hispánica, la Orden de los Dominicos tiene su custodia, como ocurre en la actualidad en que el Santo Sudario está expuesto en el Convento Dominico de la Ciudad de Santiago del Estero.

 

Juan Pablo II y la Sabana Santa 

En 1998 una delegación científica que acudió a Turín para participar en el III Congreso Internacional de Estudios sobre el Santo Sudario, afirmó que existe un consenso casi total entre los científicos en que la Sábana Santa realmente envolvió el cuerpo de Cristo crucificado, afirmando que "en cuanto a la autenticidad de la Santa Sábana, corresponde destacar que no fue el principal tema tratado, ya que había unanimidad en que realmente se trata del lienzo que envolvió el cuerpo de Jesús de Nazaret". 

Además, el Papa Juan Pablo II señaló en su visita a Turín en 1998 que "confía a los científicos la tarea de investigar para llegar a respuestas adecuadas a los interrogantes ligados a este lienzo que, según la tradición, cubrió el cuerpo de nuestro Redentor cuando fue descendido de la cruz". El Santo Padre destacó que "lo que realmente cuenta para los creyentes es que la Sabana Santa es espejo del Evangelio", y ante tal convergencia, "todo hombre sensible se siente interiormente tocado y conmovido al contemplarlo". El Papa señaló que el hombre crucificado de la Sabana es "imagen del sufrimiento humano" que "recuerda al hombre moderno, con frecuencia distraído por el bienestar y por las conquistas tecnológicas, el drama de tantos hermanos y lo invita a interrogarse sobre el misterio del dolor para profundizar en sus causas". 

Nuevamente en la ruta 

Desde Buenos Aires y en dirección a Santiago del Estero se recorre una parte importante de la fértil pampa húmeda argentina: una verde e interminable llanura salpicada de pueblos fundados por inmigrantes. Italianos, españoles, judíos, suizos y alemanes, los poblados van quedando al costado de la ruta junto a algunas ciudades importantes que adornaron también nuestro viaje. A medida que nos acercamos a destino, el terreno se hace más seco y el clima más caluroso. Santiago se encuentra en medio de una región bastante inhóspita, donde sólo aparece el verde de los plantíos cuando algún río

permite el riego artificial de la tierra. La ciudad fue fundada junto al río Dulce, como remanso frente al cruce de una zona que sin dudas planteaba dificultades de supervivencia a los colonizadores. Llegamos a destino al atardecer, en el día en que se festejaba un nuevo aniversario de la fundación de la ciudad. Pudimos ver rápidamente que en el lugar se respira un clima profundamente católico, no sólo por las múltiples iglesias que se ven aquí y allá, sino también por los carteles y mensajes escritos en las paredes. ¡Jesús te ama!, y otras alabanzas al Señor se podían ver en nuestra primer recorrida de las calles santiagueñas. Recorrimos la hermosa catedral y nos preparamos para visitar el Convento Dominico, ubicado a apenas cuatro cuadras de la plaza principal de la ciudad. 

El encuentro con el Señor 

Con nervios y una extraña sensación en el pecho, llegamos a la casa del Señor. Una iglesia que tiene más de trescientos años desde su fundación, con hermosas imágenes y testimonios de las raíces hispánicas de la Argentina. Al fondo, hacia la derecha del Altar, en una pequeña capilla se encuentra expuesto el Santo Sudario Santiagueño. Cuando ingresamos y estuvimos frente a El, caímos todos de rodillas en Adoración: ¡es el Señor!. Se lo ve claramente retratado en el fino tejido. Una mezcla de emociones recorre el corazón en esos momentos. Por una parte, el anonadamiento del alma al encontrarse frente a un objeto terrenal que estuvo en contacto con el mismo Cuerpo de Cristo Muerto en la Cruz. La copia no es un dibujo o un retrato artístico del original, sino que por intervención milagrosa del Señor fue replicada al estar en contacto con el Santo Palio original. Estamos en presencia de una pieza de tela que tocó el testimonio directo del Cuerpo de Cristo Muerto en la Cruz. El alma contempla y siente el inmenso dolor de saber que fuimos nosotros, los hombres, los que matamos al Hijo de Dios. Confieso que sentí vivo al Señor en la Sabana, a pesar de que es el retrato del momento en que El estaba Muerto, es difícil de explicarlo, simplemente, ¡El está allí!. Tampoco pude dejar de pensar que ese Hombre que tenía delante era el mismo Niñito que nació en la Cueva en Belén, y fue sostenido por María y José. ¡Y ahora estaba allí, Muerto en la Cruz!. María, José, el Niñito Dios, todo giraba en mi cabeza al contemplar el Cuerpo y el Rostro del Señor. ¡Dios, mi Señor, sos el Dios Vivo y te tengo delante de mí, muerto por nosotros!. 

Contemplación, dolor e impotencia 

Después de los primeros momentos, el alma empieza a querer mirar todo, a guardar en el corazón todo el recuerdo de la imagen de Jesús. Y yo veo lo que ve mi corazón, lo que siento cuando contemplo a Mi Cristo Amado. De inmediato empiezan a advertirse las muestras del inmenso dolor: cuantos latigazos te dieron Señor, son incontables. Los tientos del látigo romano envolvieron Tus Espaldas y Tus Hombros, Tu Cuello, dejando marcas por delante y por detrás. También veo que en la zona lumbar te han pegado unos golpes monstruosos, o con un palo o un trozo de metal, no lo sé, pero te han herido tremendamente. Pese a que las Santas Mujeres han limpiado Tu Santo Cuerpo, Señor, se advierten heridas que sangran en muchos lugares. Tu Pelo impregnado de Sangre, Tu Barba. Tu Frente llena de Heridas, Tu Nuca marcada también por las Espinas de la Corona. ¡Mi Rey, mi Verdadero Rey!. Tus Rodillas, Tus Muslos, Tus Brazos, no es posible ver un lugar de Tu Santo Cuerpo donde no existan Heridas. ¡Y Tus Santas Llagas Señor!. Como le revelaste a María Valtorta en su Poema del Hombre-Dios, los Clavos de Tus Manos están muy cerca de la Muñeca en una Mano, y más en la Palma de la Mano, en la otra. Es que los soldados habían hecho mal los agujeros en el Madero, Señor, y te estiraron para poder clavar el segundo Clavo en la Muñeca también. No pudiendo hacerlo (¡cuánto sufriste cada vez que te estiraban!) pusieron el Clavo en la Palma de Tu Mano, Señor. Y tus pies, Señor. Sangre, Sangre, Sangre. Donde miro, veo Sangre de Mi Dios.  

Y miro la Lanzada que te hizo el Centurión, Longinos, cuando ya habías muerto. Derramó mucha más Sangre que las otras heridas, y Sangre más liquida. ¡Era Sangre y Agua, Señor!. Y eso me recuerda que ya estabas Muerto Señor, porque no lo puedo creer, te veo así, destrozado, y aún no puedo creer que hayas muerto. Me parece escuchar las burlas del pueblo, y el llanto de María, el abrazo de Juan. Y veo Tu Rostro. Tus ojos cerrados, igualmente parecen mirarme. Sos vos, Jesús, cómo siempre te vimos, como siempre te imaginamos. A pesar de todo lo que te hicieron, seguís siendo el Hombre-Dios, el Verbo Encarnado. Y de repente, ¡recordé la Resurrección, Señor!. Espera, Señor, espera un poco María, Juan. El Señor ya vuelve, y vuelve Glorificado, el Salvador que venció a la muerte, El que es Vida Eterna, ya vuelve. Es sólo un momento, un breve momento. ¡María Magdalena!. Ve al Sepulcro, mira si no está el Señor Resucitado allí. No podemos esperar más, no podemos verlo así, hecho todo una única llaga. Pero El sigue allí, como diciéndonos: “ésta es la medida de Mi Amor por ustedes”.  

Que lejos se siente el mundo en este lugar. Aquí está El, el Señor, Muerto en la Cruz, por nosotros. Y es Su Sangre la que está frente a mi, no es un retrato. ¡Es Su Sangre verdadera la que ven mis ojos!. Su ojos, cerrados, parecen mirarme y pedirme: ¡no te vayas!. ¡estoy tan solo aquí!. Y está solo, El, que dio la vida por nosotros, está solo. Ya no tiene Su Corona, sólo quedan las heridas sangrantes. Ya no tiene Su Manto Púrpura, la Sangre es Su único vestido. Pero es el mismo Mesías que nos vino a anunciar el Reino de Su Padre, que nos dio la llave para la Vida Eterna. 

Tocamos el vidrio, lo Adoramos, y vamos a la Misa que en ese momento empezaba: el Cristo Eucaristía junto a Su Sangre Verdadera, juntos, a pocos metros uno del otro. El mismo Jesús, el mismo Cuerpo, la misma Sangre. La Sabana Santa es también Pan y Vino, es Cuerpo y Sangre de Jesús. Nos costó salir del lugar, es como traicionar al Señor, dejarlo sólo allí. El alma queda marcada por la experiencia, el Espíritu Santo toca el corazón cuando se derrama la Presencia del Señor frente a nosotros. 

Un pedido, un ruego, una súplica 

No pasó mucha gente por el lugar durante la hora y media que estuvimos allí, ni tampoco cuando lo volvimos a visitar al Señor a la vuelta de nuestro viaje a Salta. Incluso los asistentes a la Santa Misa no pasaron a visitar al Señor, salvo escasísimas excepciones. No hay flores en el lugar, ni nada que explique lo que ocurre allí a los visitantes. Ni un cartel, ni una placa, ni un folleto. Todo lo que les conté es producto de la investigación que hicimos con posterioridad. Considerando que nada tiene la Argentina tan valioso como la propia imagen del Señor Muerto en la Cruz, creo que es muy poca la importancia y difusión que se le da a esta Sagrada Reliquia. Muy poca gente sabe de todo esto que les estoy contando, increíblemente. El lugar, debo ser franco y le pido perdón al pueblo Santiagueño, no está cuidado como el Señor lo merece. El verdadero amor por Jesús debiera hacer que allí existan flores, velas, y sobre todo fieles que Adoran a Cristo Muerto en la Cruz, y que hagan del lugar un centro de peregrinación y Adoración Eucarística a nivel nacional e internacional. ¿Acaso otro país americano posee semejante Tesoro?. Debemos honrar la gracia que Dios nos concede al haber enviado Su propio Rostro y Cuerpo a nuestras tierras, tantos siglos atrás. 

Pido, ruego, suplico a las almas enamoradas del Señor, a quienes quieran hacerlo sonreír, a quienes deseen consolarlo, a los que amen a Su Santa Madre que estaba virtualmente muriendo místicamente al pie de la Cruz, que tomen esta causa, que trabajen para que el Señor encuentre Su Dignidad en nuestra tierra, con la debida Adoración a Su Santo Cuerpo y Su Santa Sangre, para que las multitudes conozcan y vean al Señor en la tierra santiagueña. ¿Quién tomará ésta bandera?. ¿Hay un alma que ame lo suficiente a Jesús, cómo para dar su tiempo y su vida en ésta causa?. 

Les dije que no había flores, pero no fue así en realidad: cuando estábamos contemplando al Señor, pude ver como una nena de unos 6 añitos que estaba esperando que empiece la Misa, le pidió permiso a su mamá y vino a la pequeña capillita donde está el Señor. Ella se arrodilló, rezó y después de tocar las Santas Llagas de su Dios, volvió con su mamá. Como verán, el Señor siempre sabe conseguirse sus flores. Esta pequeña flor es consuelo para el Cristo del Santo Sudario Santiagueño, abandonado por tantos de nosotros. 

Oración final 

Jesús, mi amado Hermano. Te vi Muerto hoy. Te vi hecho una sola Llaga. Te quise consolar, pero mi alma se sintió cubierta de la vergüenza de ser hombre, de ser uno de los que te llevaron a la Cruz, por mis pecados. Te quise tocar, pero vi que eras el mismo Dios, y cayendo de rodillas no me atreví a mirarte. Mi corazón se sintió anonadado por la inmensidad de Tu Divinidad. Pero Vos, Señor, me consolaste a mi. Te pusiste a mi lado, y me dijiste: te amo, nunca lo olvides. Y me tocaste, tocaste mi corazón para que pueda aceptar que a pesar de ser un pecador, tengo en Tu Infinita Misericordia el perdón de mis miserias. Hoy vi a mi Jesús, lo vi como nunca lo había visto. Era El, era El. Ahora mi alma reposa, porque Cristo, El Cristo, se ha manifestado ante mis ojos. Señor, gracias, gracias, gracias.

Amén.

Volver al índice de Reina del Cielo