¿Jesús nos habla de finanzas?

Autor: Reina del Cielo

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Siempre me llamó la atención la cantidad de parábolas que en las escrituras
se refieren a los buenos administradores, a cuestiones de finanzas y al buen
resguardo de las riquezas. La parábola de los talentos es una de mis preferidas, pero también la del buen administrador, la de los obreros de la viña que negocian su salario, y varias otras que de modo directo o indirecto se refieren a la buena gestión de los negocios. Es como que las cuestiones financieras permiten trazar buenos paralelos con la vida espiritual, y por eso Jesús echó mano tan a menudo a estos asuntos en Sus parábolas.

¿Y cual es la base de las finanzas, sino la contabilidad?. A propósito, ¿saben quien fue el que inventó la contabilidad moderna, como hoy la utilizamos?. ¡Sorpresa!. Fue un monje, el fraile Lucca Pacciolo, varios siglos atrás. ¿Será que se inspiró en las Escrituras?. Quien sabe...

Lo concreto es que su invención se basa en la llamada “partida doble”, perfecto equilibrio entre débitos y créditos, entre sumas y restas. 
Pero quizás lo esencial no sea tanto la existencia de débitos y créditos,  como la
existencia del saldo, el balance permanente entre débitos y créditos. 
Cuandounos superan a otros, el saldo será deudor o acreedor, positivo o negativo, tinta negra o tinta roja, según sea el signo final resultante de esta
ecuación.

Y miren qué maravilloso es este método, porque grafica realmente la gestión
que realizamos de nuestra propia vida. Los débitos son nuestras buenas
acciones, las que suman, las que agregan valor a nuestra alma, luz, virtud.
En cambio los créditos son nuestras faltas y caídas, pecado, sombra y oscuridad, son acciones que restan valor a nuestra vida espiritual. El saldo, mientras tanto, nos muestra a cada instante el estado de nuestra alma, deudor o acreedor, positivo o negativo, a cobrar o a pagar. ¡Es una verdadera cuenta corriente espiritual!.

Nuestra vida es un constante cúmulo de débitos y créditos, y el saldo varía
instante a instante. Cuando el saldo es deudor, tenemos una cuenta a cobrar,
un bien a recibir. ¿Sabes qué es?. ¡El Reino!. Pero cuidado, que el cobro sólo se produce cuando llega el cierre de ejercicio, la fecha de cierre del balance espiritual. El saldo puede ser deudor en un momento de nuestra vida, y sin embargo luego descarrilarse y revertirse por el cúmulo de malas acciones y falta de virtud. ¡Demasiados créditos y muy pocos débitos!. 
¿Y que ocurre cuando el saldo es acreedor, inmensamente acreedor, ante la enorme acumulación de créditos, malas acciones y olvido de Dios?. Pues lo
que le ocurre a cualquier empresa que tiene un pasivo, una deuda que se torna impagable: quiebra. ¡Cualquier similitud entre la quiebra y el infierno va por cuenta de tu imaginación!.

Pero, gracias a Dios, el Gran Administrador creó el concurso de acreedores, que nos permite salir de la situación de quiebra inminente y recuperarnos, el chapter eleven, como le dicen en Estados Unidos. ¿Ves alguna similitud entre esto y el Purgatorio?. Quizás...

Como verás, el Creador también nos ha dado las finanzas para que sepamos
administrar nuestra vida espiritual. Y nos ha mostrado a algunas almas que
han llegado al cierre de su ejercicio contable, a la fecha de balance, con un saldo deudor enorme, una cuenta a cobrar gigantesca. ¡Los santos!. 
Ellos recorrieron la vida acumulando una enorme proporción de débitos y una
pequeña cantidad de créditos, amasando una fortuna espiritual gigantesca que
hizo crecer el precio de su acción más y más en el Cielo, en el lugar de las
eternas delicias. ¡Qué enorme es la tasa de rentabilidad de los santos, qué
elevado es el retorno sobre capital espiritual invertido!.

El fraile Lucca Pacciolo debe mirar desde el Cielo lo que se hizo con su invento, con la contabilidad, y se debe tomar la cabeza. ¡Miren para que la utilizamos hoy en día!.

Seamos buenos administradores de nuestra alma, buenos financistas espirituales. Que los débitos poco a poco reviertan el saldo de nuestra cuenta corriente espiritual, la saquen de la zona de tinta roja, y se torne en un saldo bien deudor, indicador de un creciente activo espiritual que realizaremos el día de cierre de nuestro ejercicio terrenal.

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