Yo les doy

Autor: Rafael Ángel Marañón


 Una de las causas por las que tantos cristianos están débiles y apagados, es la demora que suponen en el premio a su dedicación a Cristo. Las demoras en la percepción de los deseos inmediatos es una fuente de decepción para los niños y también para los adultos con una mentalidad de niños. Esto es más abundante de lo que se quiere reconocer.

Es decepcionante que cuando alguna persona que hoy está entusiasmada con un proyecto, acción o compañía, se le enfríe el entusiasmo a base de demorar el cumplimiento efectivo de tal deseo o necesidad. De hecho muchas relaciones se enturbian por causa de estas demoras tan decepcionantes.

Jesús, conocedor como nadie del espíritu y la condición humana así lo entendió. Las demoras son decepcionantes y por ello al ser humano de cualquier condición se le debe de hacer efectiva le promesa dada tan rápido como sea posible. Nuestra condición carnal no admite aplazamientos que rompan el ingrediente de entusiasmo que hacen apetecibles a las cosas. Todo tiene su momento.

Él dijo claramente: Yo les doy la vida eterna y no perecerán para siempre y  nadie las arrebatará de mi mano... porque pasó de la muerte a la vida.. Estas declaraciones y tantas otras tan insólitas y estupendas no les caben en la cabeza a muchos (muchísimos) cristianos que desconfían de la misericordia y el poder de Dios. Cuando comprueban que Dios no les proporciona el bienestar según su apreciación mundana desconfían de su amor al ver como infinidad de inicuos reciben toda clase de bienes del vivir mundano,.

Cristo da a los suyos vida eterna desde el momento en que estos elegidos deciden por el Espíritu aceptar la salvación que es por su sangre. No dijo: yo les daré, sino, yo les doy. Esta es la clave para el creyente que, remontando su ignorancia, recibe el verdadero poder de Cristo para su vida posterior.

Nótese que el Señor habla de la resurrección de los cuerpos después del último día, pero la salvación eterna la otorga desde ya. Así que, desde el mismo momento en que recibimos a Jesús y somos recibidos por Él estamos bajo la gracia y la resurrección. El viejo hombre con sus hechos ha sido apartado del cristiano por el poder de Dios y el nuevo... creado según Dios en justicia y  santidad verdaderas, no tiene ni vestigios de la antigua manera de vivir sino que sus impulsos espirituales y sus apetencias son para seguir el camino de Cristo. No como algo pesado y gravoso sino como un privilegio concedido para vivir en otra esfera infinitamente superior y que privilegiadamente le ha sido concedida.

Es cierto que el viejo hombre se resiste a morir y continuamente utiliza su aguijón con el nefasto soporte de la filosofía y las inclinaciones mundanas que antes teníamos, pero esa es la buena batalla de la fe.

Si todos hubiésemos visto el paso del Jordán o el Mar Rojo, estos hechos, como todo lo que atañe a las cosas del Espíritu, no serían materia de fe sino de presente y entonces sería muy facil aceptar las cosas celestiales. 

Pero también a veces andamos equivocados en esto, según la apreciación pagana que reside aun larvada en nosotros. El Hombre no se entrega a la verdad como vemos hasta la saciedad en la vida y hechos de Jesús. No fueron recibidos por los judíos a pesar de las evidencias. En la resurrección de Lázaro los judíos no aceptaron el milagro, sino que empecinados, ante la evidencia, pensaron matarle.

Así, pues, no creamos que la fe es inferior en certeza a la evidencia de nuestros ojos. Fe es la certeza de lo que no se ve...  Por ello arraigados en la fe, llevando a término lo que sabemos que es de Dios y escudriñando continuamente las Santas Escrituras en donde tenemos todo un caudal de sabiduría espiritual, andemos en la esperanza de la resurrección y gocémonos de la compañía de Cristo. Esta es más evidente para el discípulo que todos los falsas apreciaciones que tengamos de una realidad satánica que nos engaña con sus espejuelos y vanidades mundanas.

Somos hijos de Dios y por tanto herederos de todo lo suyo. Ni el ojo vio, ni  el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman. A mí, desde luego, me  basta con eso.