Ni juzgar

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Es una medida muy prudente y cristiana no juzgar a persona alguna. Solo a los malos hechos, dejando siempre a la persona en las manos de Dios que es el que _evalúa y decide. Nosotros no estamos establecidos ni facultados para juzgar, y menos para condenar. Y así dice la Santa Escritura: Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro? Santiago 4:12. No somos tan perfectos como para creernos con el derecho a condenar conductas que en nosotros tal vez en la misma situación resultarían peores. 

Tenemos un torpe instinto desde la caida. Es un deseo de revancha o el castigo de lo que creemos que merece el mal que se nos ha hecho o ejecutado a otros, sea este imaginario o real. Pero Pablo, apóstol, dice por el contrario: Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. 

No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence el mal con el bien. Romanos 12:19.

Hay ocasiones en que el mayor placer del que escribe sobre asuntos espirituales es dejar hablar a las Santas Escrituras. ¡Que perfección en cualquier versión ofrecen estas santas palabras! Son por sí solas tratados sociales que no tienen rival, ni hay quien los supere. Precisamente la voluntad de Dios es que seamos libres, salvos y felices. 

¿No sería maravilloso que, si no todos los hombres en la tierra, sino solo los cristianos llevaramos a la práctica de forma simple y natural estos mandamientos y ordenanzas que son solo para nuestro bien. La felicidad del hombre importa mucho a Dios, y también su libertad. Esta libertad es la que trae tantas discrepancias y oposición a las palabras del Dios vivo que trae nuestro bien. Él ha sido capaz de entregar a su propio hijo, para que su muerte redentora fuera de provecho eterno a los que quieren aceptarla como sustitutivo de su propia muerte eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 

Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16 y ss.

Maravilloso misterio y disposición de Dios que, en su amor por nosotros, nos otorga la libertad para hacer el bien o el mal, pero que conociendo nuestra naturaleza caída y en su vasta misericordia, provee lo más sublime que existe para que nuestra salvación y acogida en Él sea una realidad para el que simplemente quiere.

Por eso el evangelio no es juicio para el que lo acoge como quieren creer muchos arrogantes sabios de este mundo corrompido y con corazones y mentes corrompidas. El evangelio, es la buena noticia de que no solamente no está todo perdido, sino que además no hay nada perdido con Cristo, porque el amigo del hijo es siempre recibido con agrado en la casa del Padre.

Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: !!Tu Dios reina! !! Isaías 53.

El reino de Dios no viene a los hombres para castigar sino para salvar y dar vida nueva al que se encuentra encerrado en la ergástula de este mundo contradictorio, en el que reina quien no quiere su paz sino su destrucción; el diablo. La Escritura afirma y la experiencia demuestra esta afirmación. Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. 1 Juan 5:19.

Ya reina Cristo en nuestros corazones y hemos sido liberados de tan horrenda tiranía que hace de los hombres y mujeres trapos de inmundicia que solo buscan placeres cada vez más repugnantes y que nadie es capaz de parar o poner límite. 

Dice Jesús a los que quieren oir: El Espíritu de Jahvé el Señor está sobre mí, porque me ungió el Señor; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos a consolar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la prisión; Isaías 61:1, ( 66.1:) Mt. 5.34; 23.22.

La palabra de Dios no está atada; rige y regirá eternamente de una u otra forma. Esa es nuestra palabra de salvación y gloria.