Mirar arriba

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Somos muy dados a la escrutinio de lo que hacen los demás. No es impropio de la piedad y la misericordia cristiana ocuparnos con denuedo de la salvación de las gentes, Vemos como se pierden millones de criaturas a las que no se les ha dado la posibilidad de conocer el evangelio de la Gracia de Dios o se les ha proporcionado malamente y con muchos vericuetos mentales o espirituales. En realidad podríamos (correctamente) hacer mucho más por dar a conocer la maravillosa noticia de la salvación. Que no solo es en el más allá, sino aquí y ahora.

Otra cosa es el fisgoneo de la conducta de los demás y la pronta condenación que fulminamos las más de las veces con desconocimiento de las circunstancias de los hechos y personas que condenamos. 

El cristiano juzga las cosas porque tiene el espíritu de Dios y así lo afirma la Escritura: el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 1 Corintios 2:15. Así que seguir el mandato de Jesús es la mejor formas de acertar; la única. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; absolved y seréis absueltos. Lucas 6:37. ¿Querríamos nosotros que Dios se diera la misma prisa en condenarnos y castigarnos, que la que nosotros nos damos en juzgar y condenar a otros? 

Y el apóstol Pablo insiste sobre la misma cosa: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios. Corintios 4:5.

¡Si no hay más que esperar y ver la obra de Dios!. Como mi padre decía refiriendose a estas situaciones: “no hace falta que los mates; si se mueren solos”

Podemos y debemos juzgar las cosas, pero jamás a las personas que eso es prerrogativa y oficio reservado para Dios. En ocasiones habría que tener más en cuenta las palabras que dice Jesús a Pedro cuando con curiosidad (bastante justificada) pregunta al maestro por el futuro de Juan. Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. Juan 21:22. Vamos pues en por de Cristo y no curemos de “dimes y diretes”. 

Esto último es para los mundanos y paralos que gustan de andar a medias entre las cosas del mundo y la vida espiritual. ¿Cuantas veces habrá que repetir que esta posición a caballo entre el mundo y el espíritu no sirve más que para empeorar la situación del que se entrega a esta clase de perversión moral. No olvidemos otras palabras de Santiago, apóstol: !!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. Santiago 4:4.

Reflexionemos, si en algo tenemos la vida eterna y ocupémonos de mirar a nosotros mismos para que no se den en nuestra persona las fallas y hechos que criticamos con justicia. El mundo tiene muy otra forma de juzgar las cosas pero ya hemos visto en otra ocasión que nosotros tenemos la mente de Cristo. Este tesoro es muy de guardar y de poner en función práctica cada instante de nuestras ya redimidas vidas.

Ahora bíen. Nosotros tenemos muy claro esta idea o concepto sobre la mente de Cristo. No es dificultad alguna entender los misterios espirituales para los que creemos, puesto que somos espirituales y lógicamente discernimos mediante la ciencia del Espíritu Santo. Pero hay una pregunta muy escabrosa.

Las gentes de cualquier clase que contrastamos con la verdad divina suelen preguntar ¿Y por qué Dios hace esto o aquello? ¿Por qué elegir el sacrificio sangriento de Jesucristo? Por qué no curaba Jesús a todos los que le pedían salud? 

Podrían estas gentes continuar haciendo preguntas de las más distintas y inusitadas índole. ¿Por qué el planeta Júpiter es tan grande y la Tierra más pequeña? ¿Por qué el planeta Marte es redondo y no es en forma de cubo? ¿Por qué nací en España o Austria o cualquier otro, lugar y no en cualquier otra época, lugar y circunstancias? Por que mi padre era negro, o blanco, o amerindio, o chino? 

Tenemos que reconocer que la obra de Dios es complicada para nuestras pequeñas, pero arrogantes mentes. Pero es que las preguntas de ese jaez no solo resultan ridículas y petulantes, sino que ni siquiera debemos proveer para darles contestación. Solo se formulan para acosar y no para entender los misterios divinos.

Solo hay una contestación y esta es tan simple que no contenta a ningún incrédulo de esos que quieren aplicar sobre la obra de Dios su pequeña medida de discernimiento humano.

Es a la par insolente e impío, que los impenitentes e ignorantes seres humanos nos atrevamos a poner en solfa o, por lo menos, tratar de criticar los propósitos del Creador, como si un pulpo que vive en el arrecife de coral pretendiera inquirir ¿A que viene todo esto?

Podemos y de hecho damos contestación a muchas de las preguntas que ciertamente tienen una respuesta razonable, pero que siempre se quedará miope ante la grandeza de la creación.

El apóstol Pablo se va derecho a la verdad sin tratar de dar gusto al sofista o al discutidor y exclama: De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. 

Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Pero antes, hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para adorno y otro para usos viles? 

¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros... 

Si la sabiduría contrastada por siglos o milenios de la Escritura no te persuade, poco puedes recibir cuando por la humana inteligencia no comprendes como una araña puede tener instinto o inteligencia animal para fabricar su tela con todo lo ello que implica.

Ante la magnificente grandeza de la Creación de Dios (el método no vale la pena discutirlo; por lo menos aquí) solo queda admirar y dar gracias al que en su soberana y buena voluntad, ha propuesto un plan que llevará a cabo como se ha planteado y determinado. 

A nosotros nos queda solo esa misma admiración y adoración, que no es ni más ni menos que el reconocimiento de esa grandeza y la aprobación entusiasta y sincera de ella. Estamos del lado de Dios suceda lo que suceda y haga lo que haga. Su buena voluntad para con nosotros está más que demostrada.