Manual del fabricante

Autor: Rafael Angel Marañon

 

Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres como vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.

Hechos 14:15.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra

Salmo 124:8

 

Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.

Apocalipsis 14:7.

 

Un gran ordenador de imponente potencia se avería en un centro de información. Es imprescindible y no se puede trabajar sin él. Muchos acuden a comprobar la avería y todos dan su opinión sobre como pueden manipular el imponente aparato para volverlo a poner en marcha.

 

Las opiniones y los intentos se multiplican entre los que por oficio conocen los intrincados resortes de la cibernética. En vano. Nadie acierta a componer lo que se ha averiado y la preocupación crece ante tamaño perjuicio en medio de la impotencia general.

 

Un limpiador del centro que se dedicaba a su trabajo, indiferente a las agitaciones de los técnicos que apenas le miran, se acerca y pregunta ¿que pasa que todo el mundo se agita tanto?

 

Los técnicos sonríen y le contestan despreciativos: no te lo podemos explicar pues tú no lo entenderías ni en mil años. El hombre insiste: ¿pero que es lo que ocurre? La contestación como de pasada le es dada por uno de los más ínfimos técnicos: es que el ordenador central se ha averiado y los técnicos no atinan para hacerle funcionar de nuevo. De todas formas nunca ha funcionado del todo bien.

 

Desde alguna distancia uno de los técnicos le dice al limpiador en tono jocoso y despreciativo: ¿sabes tú como arreglar esto? Y el limpiador le contesta enseguida: claro que lo sé; miren en las instrucciones del manual del fabricante. Él tendrá la solución, porque él lo ha fabricado.

 

Todos se quedan perplejos ante la simple contestación. Su orgullo y petulancia les han llevado a manejar el aparato contando con sus considerables conocimientos, pero han descubierto de pronto que lo mejor es seguir la opinión del trabajador y a ello se ponen.

 

En menos de media hora y siguiendo las instrucciones del manual del fabricante, consiguen poner en marcha la computadora y todos se manifiestan satisfechos. Echan mano del limpiador para felicitarle, pero ya había desaparecido de aquel lugar y había vuelto a su trabajo.

 

El modesto trabajador no era una inteligencia privilegiada, pero sabía hallar la solución práctica en aquel y otros problemas, por el sencillo método de tener en cuenta las instrucciones del constructor y sabiendo que si se hacía así, las normas serían exactas y adecuadas para indicar el correcto manejo de la máquina.

 

Traslademos este asunto a la Creación , y en esta, la correcta manera de manejar las cosas de la tierra donde habita la humanidad. El manual de instrucciones es la Santa Escritura y ha sido inspirada por el Gran Fabricante: Dios.

 

La humanidad, sumergida en su orgullo, quiere manejarse con sus propios medios y deja de lado para ello al constructor. Lo desprecian y por tanto también desprecian sus instrucciones. Se oye decir continuamente: nos hemos dado a nosotros mismos una constitución, unas leyes, unas costumbres, etc., pero jamás consiguen, ni conseguirán, que la máquina tierra, tripulada por una humanidad arrogante según sus propios medios y directivas, funcione adecuadamente.

 

Todo es discordancia y chirriar de la máquina maravillosa a causa de su pésimo manejo. Naturalmente la culpa no es (según ellos) de los tripulantes rebeldes, sino del constructor que hizo una máquina deficiente y en ese pensamiento se quedan. El mecanismo no ha funcionado, ni funcionará correctamente jamás.

 

Solo el seguimiento fiel de las intrucciones del manual, La Palabra de Dios, es capaz de poner concierto en el funcionamiento de un mundo que se niega obstinadamente en ignorarla.

 

Cristo vino entre muchas misiones más, confiadas por el Padre, a marcarnos el camino correcto: para que sean prolongados tusas, y para que te vaya bien sobre la tierra... Deuteronomio 5:16. No es un camino; es, rotundamente, El Camino.

 

Naturalmente para el ser humano sumergido en la depravación, sin el espíritu de Dios que conforma el pensamiento, la actitud, y por ende la conducta del cristiano, estas cosas son de imposible comprensión: Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 1ª Corintios 2:14.

 

Este hombre mundano e ignorante de las cosas espirituales, solo pondera los asuntos de Dios desde su óptica humana y por tanto no puede abarcar el carácter universal de sus instrucciones, y al que no da el acatamiento debido y al que culpa de todas las consecuencias de su desobediencia al “manual”.

 

Los aborrecedores de la dirección de Dios no se arrepentirán, porque su soberbia les hace rebelarse y la humildad de Cristo no les cabe en la cabeza. Su final es bien claro. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria... y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del Cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras. Apocalipsis 16:9.

 

Los de Cristo hemos de tener en cuenta esas instrucciones porque nosotros tenemos más responsabilidad, pero teniendo ante nuestros ojos las cosas que en el manual se nos dicen. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Colosenses 3;2.

 

... para que os conduzcáis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo, dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

 

Dios nos dirige para todo nuestro bien. Seamos agradecidos. Cristo vive y está dentro de nosotros.