"La paz os dejo, os doy mi paz".

Autor: Rafael Angel Marañon




El Señor Jesús, nos dejo un gran consuelo, sabia que en su ausencia tendríamos que lidiar con el odio, el rencor y la envidia, así fue como nos dijo: "La paz os dejo, os doy mi paz". 

La paz que nos habla de la ausencia de guerra, la que se destaca en los tratados o convenio por el que las partes enfrentadas en una guerra ponen fin a la misma, la que dice del estado de tranquilidad y de entendimiento entre las personas, la que nos hace pensar en el sosiego, calma o ausencia de agitaciones, la misma que durante la misa precede a la comunión y en la que el sacerdote y los fieles nos deseamos mutuamente para ese estado de tranquilidad y sosiego en señal de reconciliación, palabra que tiene gran significado como expresión cuando se usa para indicar que se da por terminado un asunto, la que nos impide importunar a alguien, palabra que es reconciliación. 

El Señor Jesús, nos deja la paz en este mundo, para que tengamos la ayuda necesaria para vencer a los enemigos del hombre, de la convivencia, de la tranquilidad y para que también aquí nos amemos mutuamente. Es esa paz que recibiremos cuando los enemigos y la maldad se hayan exterminado, cuando entre nosotros haya entendimiento. 

Jesucristo es nuestra paz, una paz limpia, pura, libre de todo pecado, y nosotros en cambio tenemos una paz que vive turbada, una paz que no es completa, y como no vemos el corazón de quienes la expresan, no llegamos a saber el verdadero alcance de ella. “Hacen iniquidad, hablan de paz a su prójimo, pero su maldad esta en el corazón” (Sal 28-3). No se concibe una paz que solo sea para evitar molestias, no es la paz para apartar al los que están en conflicto, esta no puede ser verdadera donde no hay encuentro fraternal y verdadera concordia, no es sincera la paz donde los corazones están muy separados. Es así, Cristo es nuestra paz y desde hace 2000 años nos repite: la paz os dejo, mi paz os doy, y nos dice esto para que cada uno con nuestra vida lo pregonemos por todo el mundo, este lugar donde cada día se desenvuelve nuestra existencia. 

Todos los verdaderos pobres son ricos. "¿No os parece rico, exclama S. Ambrosio, el que tiene la paz del alma, la tranquilidad y el reposo, el que nada desea, no se turba por nada, no se disgusta por las cosas que tiene desde largo tiempo, y no las busca nuevas?". 

Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y Síguela. (Sal 34-14), esta es una gran advertencia, el buscar la paz y correr tras de ella, porque los hombres de paz, tenemos que buscarla, perseguirla, amarla, y una de las maneras, es cuidarse de las palabras que invitan al mal y a la discordia y Jesús nos dejo un mandato divino, en la víspera de su salvación, “La paz os dejo, mi paz os doy.” (Jn 14,27), este es un bien, una obligación, un derecho, en otra palabras una herencia, que nos ha legado para cumplirla y buscarla hasta el día de nuestra partida del mundo terrenal. Es así, como si somos los herederos de Cristo, permanezcamos en la paz de Cristo, si somos hijos de Dios debemos vivir en paz y ser pacíficos: “Dichosos los pacíficos, se llamarán hijos de Dios.” (Mt 5,9). En efecto, los hijos de Dios son pacíficos, humildes de corazón, sencillos en sus palabras, viviendo en acuerdo común y con afecto sincero 

La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. (Sal 85-10)