La gran sima

Autor: Rafael Angel Marañon

 

 

Hay una inmensa sima, tal abismo, entre los creyentes y los incrédulos que para poder pasar desapercibido por todos, se tiene que camuflar y esconder entre las solicitaciones y agitaciones de la vida. Así y en el tráfago diario son muy pocos los que se dan cuenta de la existencia de tal separación.

La angustia del que no tiene y la vida más o menos placentera de los que tienen actúa de anestésico sobre esta onerosa realidad para los perdidos. No obstante, todos nosotros los creyentes, hemos experimentado la ominosa sensación de estar inmersos en un mundo terrible, agresivo y cruel, que está situado abiertamente contra Dios. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Juan 15:19.

Un mundo siniestro que no quiere conocer el respeto a la vida humana, a los valores que hacen de la vida digna de vivirse y que proporciona paz indecible. Hay una sima entre nosotros y ellos como dijo el mismo Jesús: Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Lucas 16. 25.

Ese es el misterioso milagro de la seguridad del verdadero creyente, a pesar de la cruz que cada uno de los hijos de Dios han de superar con lágrimas y tribulaciones, como dijo San Pablo confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. Hechos 14:22.

Y es que hemos de convencernos de que no hay término medio. Es duro, es exigente, es celoso, es todo lo que queramos, pero el mandamiento de Jesús permanece ahora y siempre como toda la palabra eterna de Dios: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Mateo 16.

Es pues un gran consuelo saber que todo lo que suframos y padezcamos de dolores, vicisitudes y desprecios por parte de un mundo desquiciado y destinado a la destrucción, tendrá infinita compensación en la esfera divina. Dios no miente y su palabra está contrastada por milenios. Y como dice el apóstol Pablo: Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Romanos 15:4.

Y añade el apóstol una exhortación a los que también luchaban por su fe, tal como los que ahora nos esforzamos en el camino: No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; Hebreos 10:35.

Vivamos pues las vicisitudes y problemas de la vida con la mirada puesta en el galardón... que es Dios mismo: Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:4.

Eso esperamos, eso creemos, eso vivimos.