Justicia errónea

Autor: Rafael Angel Marañon


Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia...

Isaías 64:6.

A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.

El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.

Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.

Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Lucas 18:9.

 

Hay gente tan pagada de sí misma que no quiere dejar que Dios despliegue toda su generosidad. Se fían más de sus propias “obras” para su salvación que de la gracia bendita de nuestros Señor.

No quieren que se les de por justificados por la generosidad de Dios sino por sus propias justicias  Creen que se les debe una recompensa por su rectitud que a menudo solo es apariencia farisaica. «Les falta la humildad esencial para el amor, la humildad de poder recibir dones más allá de nuestro actuar y merecer». Joseph Ratzinger.

Se basa en su pretendido derecho por su vida recta, cosa imposible pues: Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20. En ese camino van absolutamente perdidos pese a su exigente justicia. Y no es para eso para lo que les fue dada la ley.

Se desecha el amor y la misericordia para los demás ya que se rechaza la de Dios para ellos mismos. Sepamos depender de la gracia y haremos también las mejores obras. En ese contexto ellas mismas nos avalarán. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Hebreos 6:10.

Lo más lamentable de estas actitudes es la desesperanza y el miedo ya que no se considera a Dios como lo que es: justo, pero también misericordioso. Se trata en muchos casos de que ese miedo hace emerger una hostilidad y hasta descaro ante Dios echándome en cara su gracia.

Como el hermano del hijo pródigo no admite que se mate el ternero gordo por la vuelta de su hermano. Quiere que el padre sea riguroso y se encuentra en superioridad para reprochar al padre su acción misericordiosa.

Su privilegio es que él siempre ha sido obediente, aunque nada se dice del rencor o del resentimiento hacia el hermano y el padre por proceder de la manera que lo hicieron.

Se constituye en el juez de la acción del padre. Como dijo Jesús a uno que también criticaba su bondad y amor. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienesenvidia, porque yo soy bueno? Mateo 20:15

Es con esa clase de mentalidad que no progresaría La Iglesia. Nos circundan multitudes y naciones agitadas, desgracias y masacres, guerras y toda clase de múltiples amenazas serias y ominosas. El porvenir de la técnica al par que maravillosamente prometedor, lleva en ello una siniestra amenaza contra lo humano.

Solo en la esperanza tenemos paz, porque Dios es dueño de las circunstancias y de la historia y sabe como ha de manejar su creación. No necesita consejeros ni capataces. Delante de Dios estamos, confiados en la esperanza de Jesucristo y podemos mirar hacia adelante, porque nos sabemos amados y comprendidos por un padre que no se deja ganar en rectitud, ni tampoco en amor y misericordia

Esa esperanza es el auténtico motor del cristianismo dinámico y no la “educación” de las masas para el liberalismo salvaje, o por el contrario para un atroz totalitarismo que pretende hacer al hombre a imagen y semejanza de sus ideas, cambiando hasta su naturaleza.

Nosotros somos hechos a imagen de Dios; a su semejanza y por tanto esperamos, contemplando como Dios ejecuta su obra que comprende mucho más dimensión de lo que nos podemos atrever a imaginar.

Por eso La Santa Escritura dice: ... Las cosas secretas pertenecen a Jahvé nuestro Dios; pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre.... Deuteronomio 29:29

Así debe ser para nosotros: Pero entendiendo que son palabras de un padre de amor y no de un ejecutor implacable. Gracia y obras en contra de lo que muchos creen son compatibles.

Hay multitudes que claman por una salida a sus angustias vitales y no las encuentran en el entramado de ofertas espiritualistas y en las sofisticaciones del pensamiento humano desprendido de Dios. Pretenden, con tales ofertas, hacer tabla rasa de la dirección inefable de Dios y sin embargo eleven descaradamente a sus elucubraciones, utopías materialistas, y desvaríos a verdades absolutas que venden en el más descarnado absolutismo de ideas.

Cada uno, como en Babel, tiene su propia “lengua”, pero poseen el raro ingenio de hablar con una sola, en cuanto se refiere a la desobediencia a Dios. Como los de Babel... dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Génesis 11.

Nosotros sabemos, muy bien que la instrucción de Dios no se hizo para fastidiar a los humanos con prohibiciones y mortificaciones, como de mala manera le endosan los paganos y reluctantes. La ley primero y el bendito evangelio de Jesús era y es siempre... tu palabra es a mis pies una lámpara y la luz de mi sendero. Salmo 119:105.

Hay una ley de la gravedad que respetaremos porque sabemos que actuará siempre, y que si nos precipitamos por una altura es seguro que nos haremos daño. El problema no es que exista una ley de la gravedad, sino que la vulneración, con desprecio, de esa ley es lo que la hace perjudicial. Teniéndola en cuenta es de mucha utilidad. No es la ley, sino la ignorancia o el desprecio de ella la que nos hace errar con los consiguientes perjuicios.

Seguir el evangelio de Jesucristo no es someterse a privaciones y mortificaciones, sin más y gratuitamente, como cree el mundo. Es, por el contrario, libertad para hacer aquello que conviene a la salud del cuerpo y a la paz del alma, que tantos han perdido o nunca han disfrutado.

Que comporta renuncias es obvio, porque toda libertad conlleva elección y la sabiduría sabe mediante la “renuncia” prescindir de lo malo, según se nos muestra en la Escritura , y abonarse a lo bueno y recoger las abundantes gavillas de paz, amor, y una vida plena de emoción y felicidad.

En esa esperanza hemos de vivir los cristianos, comprobando que somos sin duda más felices que los que nos deprecian por creer lo contrario de nosotros.

Como dice un viejo refrán. «Pobrecito mi patrón, Piensa que el pobre soy yo» Tenemos el tesoro inagotable de la gracia de Dios ¿Quién más rico que nosotros?... y después la vida eterna. Amén, Jesús.