El que tenga oídos...

Autor: Rafael Angel Marañon



   

El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.

Juan 8:47.

¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

Jeremías 23

 

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

Romanos 10:17

 

Cada uno sabe y trata de su tema, oficio o afición. Nadie se pone a oir algo que no le interesa y más si le interrumpe la atención sobre algo que realmente, sí es de su interés.

 

Háblese a cualquiera de su tema favorito (que suele ser... él mismo) y se comprobará que bebe de nuestras palabras como si fuesen ambrosía. El cristiano se complace en hablar, oir y celebrar las cosas de Dios y por eso decía nuestro Señor. Mis ovejas oyen mi voz... y me siguen...

 

Al que esté interesado por las cosas de Dios no habrá que hacerle fuerza para que oiga un argumento o algo relacionado con su fe. Hágasele invitación a un comprometido con el mundo y sus corrupciones. Lo que es deliciosa Palabra de Dios le parecerá aburrido y tedioso.

Es por demás ocioso obligar a nadie a oir la palabra de Dios. El que oye la palabra de Dios con gusto, es porque forma parte de los que son escogidos de Dios. Aunque no basta oir la palabra sino que se tiene que enraizar en la persona para que fructifique, sí es seguro que el que tiene fastidio de conocer los misterios de Dios es hombre perdido.

 

Muchos hay que se excusan en su gran conocimiento de teologías y estudios comparados, etc. que, al fin y al cabo, es como caminar sobre el filo de una navaja. Es la palabra de Dios en las Sagradas Escrituras la que conforma la vida de la Iglesia y su certeza espiritual.

 

Tiene esta palabra bendita una tal recarga del Espíritu Santo que ningún libro, por muy bien pergeñado y correcto que se escriba sobre las cosas de Dios, rivaliza con la palabra viva. Esta tiene especial poder para conformar y conmover los corazones de los hombres y taladrar sus oídos. Su propia simplicidad y aparente rusticidad encierra el mayor de los arcanos para el que se complace en frecuentarla. ¡Si es de Dios!

 

Lo que tal vez no consiga el libro mejor escogido (y hay muchos gracias a Dios) lo realiza, por el Espíritu de Cristo, un pasaje cualquiera de la Escritura que a otra distinta persona le hubiese pasado por alto.

 

Así dice el apóstol San Pablo a su discípulo Timoteo Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

 

¿Por qué cristianos somos tan remisos en sumergirnos en los divinos misterios que se revelan en la Santas Escrituras ? Ellas dan vida porque de vida están hechas. Y no de vida efímera, mortal, sino que son divinas, eternales, y siempre tendrán vigencia hasta la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

 

Hasta entonces todo cristiano espere en la palabra de Dios y en ella repose la certidumbre de la Iglesia. Aunque seas muy importante, rey o prelado, no dejes nunca de frecuentar la palabra de Dios y de compartirla.

 

El piadoso rey Josías cuando se enteró de que en las obras del templo había un libro de la ley se rasgó las vestiduras cuando se lo empezaron a leer, ya que comprobó que se había perdido nada menos que ¡EL LIBRO DE LA LEY ! mientras el pueblo elegido se hallaba entregado a sus muchas idolatrías sin saber siquiera que existía, como se vio en el rey y sus servidores más encumbrados.

 

Tan bajo y tan descuidados estaban en relación con Dios que de no haberse encontrado fortuitamente el libro de la Ley en unas obras del templo, la Palabra de Dios escrita se hubiese perdido definitivamente.

 

Asimismo el escriba Safán declaró al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó Safán delante del rey. Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos. Luego el rey dio orden al sacerdote Hilcías, ..... y a Asaías siervo del rey, diciendo: Id y preguntad a Jahvé por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Yahvé  que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito.

 

Un pueblo que pierde el contacto con la palabra de Dios es pueblo condenado a la destrucción en todos los aspectos. Hoy corren vientos de descristianización que dicen fundamentarse en el progreso y la libertad.

 

Solo hay libertad en Cristo y por Cristo. Toda libertad aparente lleva a las idolatrías y abominaciones que pululan entre un pueblo, que vive moralmente de restos de la ética cristiana. A la vez quiere implantar una ética que no tiene ni base ni escrúpulos. Una ética que convierte al hombre en un simio evolucionado y nada más. Una ética que quiere destruir, como siempre ha sido a través de los siglos, todo rastro de la presencia y acción de Dios en la creación y en su Iglesia.

 

Solo el cristiano firme en la fe de Cristo y en compacta relación con sus hermanos puede, con el poder de Dios y su testimonio, detener la marea ominosa que se cierne sobre la fe y la moral cristiana.  Para ello nada supera a la lectura diaria y frecuente de los Santos Escritos.

 

Cada cual tiene una responsabilidad en esta lucha contra el enemigo. El tal enemigo sabe bien que el descuido del cristiano y por su parte el acoso y la obstrucción de la comunicación de los misterios cristianos, conseguirá la caída del cristianismo y de la moral que ha sustentado por milenios la más noble forma de vida de los hombres.

 

San Pablo era gran conocedor de la ley y como él mismo decía en la defensa de si mismo y de su ministerio:...... en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; ... a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte... así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos. Filipenses 3.

 

Pablo como judío de raza y práctica, delegado por los jerarcas del Templo era todo, pero cuando fue tocado por la revelación fue nada. Así se le dijo cuando en tierra estaba aun deslumbrado por Jesús. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Hechos 9:6  Aquel soberbio rabino no recibió las instrucciones directamente de Jesús aparecido, Fue remitido por Él a la iglesia de la ciudad para que humildemente dependiera de la iglesia y no de su propia revelación.

 

No caigamos en el pesimismo. La batalla es de Dios. Adelante con fe y seguridad, y que atentos a la Palabra de Dios, seamos antorchas que nos consumamos en su servicio. Si así lo hacemos, podemos dejar de lado todo pesimismo porque trabajamos como herramienta de Dios y para vencer a una herramienta de Dios es necesario vencer a Dios, y ¿Quien puede vencer a Dios?