El núcleo del hombre es el corazón

Autor: Rafael Angel Marañon

 

 

Se dice en la Santa Escritura que el núcleo del hombre es el corazón y desde luego es una afirmación exacta. Por eso dice Dios refiriéndose al pueblo israelita que se jactaba de su mucha sabiduría religiosa, pero que no incluía a Dios como centro de su corazón, sino de su mente: Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Oseas 2:14.

La palabra y acción de Dios siempre se dirige al corazón del hombre y hace esclarecer la mente de este para asumir esa palabra. Y para hablar al hombre, Dios tiene que llevarle al desierto, fuera del mundo, donde la maravillosa conversación no sea interrumpida por clamores, ruidos y agitación. Donde la atención del hombre solo se enfoque sobre Dios mismo.

Solo en la soledad interior (el desierto) es cuando habla Dios a sus elegidos. Cuando alguien predica con palabras que despiertan la admiración del “publico” por su erudición y retórica emocional no satisface el hambre espiritual, sino los sentimientos externos. Ese no es al camino, sino hablar al corazón con el espíritu del que ha recibido la unción, y habla verdaderas palabras de Dios. El predicador que no está saciado, mal puede saciar a otros. Es muy corriente que las gentes aprecien los bellos discursos, las palabras cargadas de inteligencia humana, pero que solo hacen mella en sus mentes y no en su corazón.

Cristo hablaba al corazón de sus discípulos cuando ante una rústica fogata donde se asaba el pescado, en el silencio contemplativo, en la intimidad del claroscuro, les revela quien es aquel que resucitado accede a comer con ellos: Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras... Lucas 24

En el recogimiento de otra cena espiritual, consiguen los discípulos de Emaús conocer quien es aquel extraño forastero, que les interpelaba sin dejar lugar a réplica. No les llenó de palabras y conocimientos, puesto que como judíos ya conocían las Escrituras, sino que en sus gestos y en su actitud conocieron que era Jesús. Como hablaba, como tomaba el vino y comía. Como repartía el pan de la cena ritual. Esos gestos tan amados, y que ya creían perdidos para ellos.

Cuando lo descubrieron, Él les desapareció de la vista, pero les dejó encendido para siempre su corazón. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Lucas 24:31 y ss.

Cuando Dios llama a sus elegidos no los pone en el bullicio ni en las grandezas de la vida como quiso hacer Satanás con Jesús cuando le tentaba, precisamente en el desierto, donde ayunaba y oraba. El le lleva a la soledad, donde florecerá como el narciso en las aguas del Espíritu, y su mente comprenderá los sagrados misterios. Estos son arcanos para el que no vive la vida de Dios y como dice la Escritura: Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 1ª Corintios 2: 14.

Hay que hablar al corazón que es quien sabe y puede escuchar. Eso es lo que hizo Dios con nosotros. Inútil y a veces contraproducente es tratar de comunicar las maravillas de la salvación a los que solo quieren disputar, o introducir en su mente conceptos humanos que no son los que moverán su espíritu y su alma hacia Dios.

Hay que hablar al corazón. Eso es lo que hace Dios. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Efesios 5:1.