El, lo haría por mí

Autor: Rafael Angel Marañon

   

Porque no me avergüenzo del evangelio porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree.

Romanos 1,16.

Sé valiente y esfuérzate para hacer diligentemente conforme a la ley ....

Para que triunfes en todas tus empresas.

Josué 1,

 

Estamos viviendo un vasto cataclismo social, que es una anticipación de lo que vendrá sobre una humanidad apóstata, que ha dejado a Dios de lado y se constituye a sí misma en referencia de todo pensamiento, en un antropocentrismo extremado.

 

El hombre “instruido” dice que no debe su dignidad a Dios como creador, sino que declarándose criatura independiente se deja sojuzgar de las células, el azar, y las funciones más o menos controladas o dominadas por ellos mismos. La bestia del siglo XX y XXl se erige a si misma en su creadora y proveedora de su destino.

 

Yo no quiero ni asomarme a tal perspectiva. Para ellos. Mi dignidad proviene de Dios y así como también de mi obediencia. Soy digno cuando obedezco al Evangelio. Cuando creo en Jesús; cuando creo a Jesús.

 

En tiempos pasados, muchos militares llevaban sobre la hebilla de su cinturón estas palabras “Mi honor es la obediencia”. Ni el más grande auto sacrificio, ni la maldad más siniestra contra otros, era hurtada a la obediencia que prestaban a las órdenes de sus jefes.

 

Dejo la crítica para otro lugar, pero insisto en que la obediencia es la piedra de toque de cualquier idea o doctrina que uno abrace. Aquellos hombres escogieron el camino de su autosuficiencia e impostura de las potestades de Dios, y a ella sacrificaron todo.

 

Yo como cristiano me avergüenzo de mi frialdad. Ellos no tenían ni la más leve pavesa de la esperanza que nosotros tenemos y, sin embargo, no vacilaban en obedecer las órdenes más inicuas. Nosotros no somos tan serios para dar cumplimiento a las demandas de Dios y, tanto yo como multitud de cristianos que amamos al Señor, tendría que ser más obediente, pero no nos sometemos con ese denuedo y entrega total.

 

Hay la creencia de que, seguir el camino del Evangelio de Jesucristo, comporta una vida destituida de gozo y disfrute de las cosas. Es por el contrario el camino más gozoso que establece, en la humildad del esfuerzo, la dignidad y la superioridad más ostensible y rotunda.

 

Hace poco vi una película en la que el “héroe” se disponía a rescatar a un camarada al que tenían prisionero unos enemigos. La empresa era ardua, imposible, y otro amigo le hizo las consideraciones propias.- No vayas porque te matarán. Hay demasiados, están preparados y te destruirán ¿por qué vas a ir? La respuesta fue lapidaria. porque él lo haría por mí.

 

Hermano cristiano que amas a Jesús. ¡Que respuesta para nosotros! Cuando nos pregunten el por qué de nuestras conductas, contestemos: “Porque él lo hizo por mí”. Y si algunos más sutiles te dicen “Murió por todos” contesta tranquilo “Él moriría todavía... aunque fuera solo por mí” Porque es así.

 

Porque con lágrimas en mis ojos digo que no estimamos suficientemente el sacrificio de Cristo en la cruz.... el cual me amó y se entregó a mismo por mí. Gálatas 2,20. Me amó. Nos amó. Y se entregó por todos y cada uno de nosotros. Así de simple.

 

Y como no quiero solamente resaltar la pasión de Cristo, doy también mi parecer sobre la importancia de la resurrección. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana nuestra fe. Y vanas nuestras obras y todo es una ficción.

 

Si no nos consideramos resucitados por la cruz y la resurrección de Cristo, no estamos haciendo nada válido, sino practicando una vana piedad. Las palabras del mismo Pablo han de hacernos reflexionar. Si solo mirando para esta vida tenemos la esperanza puesta en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres. Pero no; Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que “duermen”  1ª Corintios 14.

 

Cuando nos encontremos desplazados de las cosas de la vida (que los paganos tanto aman) y estemos atentos a las palabras de Dios hagamos como hizo Josías uno de los más piadosos reyes de Israel: Y cuando el rey hubo leído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos... Porque grande es la ira de Yahvé que se ha encendido sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras escritas en este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito. 2º Reyes 22. 2º Crónicas 34.

Miremos por nosotros mismos y rasguemos nuestras vestiduras interiores. Tal como decía el profeta: Rasgad vuestro corazón y no vuestras vestiduras... Joel 2,13. Nosotros miremos nuestro corazón y puestos delante del Señor digamos, y hagamos, como Daniel y sus amigos en la corte de Nabucodonosor. Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; Pidió por tanto al jefe de los vigilantes que no se le obligase a contaminarse. Daniel 1,

Grande es la ira de Dios sobre los malos que, ni quieren hacer su voluntad no escuchan y le desprecian,. Más para nosotros, los que le amamos, hay una afirmación brillante y esplendorosa. Tan maravillosa como cierta: El que no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros ¿cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas? Romanos 8:32.

 

Y ahí va para todos nosotros la bendita palabra de Jesús: Vosotros pues ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. Juan 16,22.