Admoniciones 

Autor: Rafael Angel Marañon

 

 

Tanto usted como yo tenemos que reconocer que no somos humildes. Hay dentro de nosotros muchas cosas carnales que nos hacen creernos más de lo que verdaderamente somos. Lo que Pablo llama “el hombre viejo” ¿Podemos decir como Jesús estas benditas palabras? Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Yo, no soy humilde. Lo reconozco lo siento, pero no lo soy, o no soy lo suficiente. Tal vez ni cristiano completo, porque todavía creo que tengo algunas cualidades. Pocas o muchas, creo que las tengo. Todavía, pues, creo en mí. Y veamos lo que dijo el mismo Jesús: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió... Jesús no se arroga nada absolutamente siendo quien era. No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.

Tengo yo por tanto (y todos nosotros) que depender de Dios y de su misericordia para ver un buen fin a nuestra vida. Yo, personalmente, no me creo tan sabio, ni veo otra salida para mí sino la sangre de Jesucristo. En eso vivo, eso espero, eso agradezco.