Admoniciones 

Autor: Rafael Ángel Marañon

 

 

¡Que indulgentes somos al valorar nuestros vicios y pecados! A veces los llamamos faltas... caídas, como queriendo amortiguar lo grave que es el pecado como agravio a un Dios justo al que ofendemos. Deberíamos usar de la misma indulgencia para con los pecados de los demás, pero raramente lo hacemos. Nos ciega la subjetividad y por muchos esfuerzos que hacemos no podemos evitar el juicio y la correspondiente condena. Romanos 14:13. Dejemos en manos de Dios los pecados de los demás... y los nuestros. Andemos en el rigor.. y en la misericordia que contiene el Evangelio.

Si tratamos de ser rigurosos en la aplicación del Evangelio en la práctica de los hermanos, hemos de reconocer que no comprendemos adecuadamente a los demás. Quizás los entendamos más o menos, pero no los asumimos como deberíamos. En Cristo, sin embargo, amamos a las personas y empezamos a comprenderlos mejor y asumimos (no justificamos) sus defectos o debilidades. Muchas veces ante un acto que antes nos parecía tan malo, comprobamos que nosotros en tal situación tal vez lo habríamos hecho peor. Entonces nos damos cuenta exacta y real de la validez del mandamiento de Jesús. No juzguéis , para que no seáis juzgados. Mateo 7:1,2.