Admoniciones 

Autor: Rafael Ángel Marañon

 

Toda oración, si es genuina, es también auténtica confesión. Y toda confesión, si es genuina, es también oración de la mejor calidad. No es posible dirigirnos a nuestro Padre Celestial y no confesar nuestras faltas y pecados continuos. ¿Y que otra oración y adoración hay mejor, que la que reconoce el pecado y la poquedad del que ora o confiesa, adorando la majestad y poder del que es destinatario de nuestras plegarias y confesiones?  Nuestra convicción de que podemos hacerlo mejor de lo que lo hacemos, es una contínua confesión de mucha importancia. Este reconocimiento y dependencia de Dios y de su gracia, es una muy buena adoración y oración. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. 1ª Juan 1:8 y ss.

Confesión, oración, adoración. Todo va en el mismo paquete. Y ese paquete agrada mucho a Dios. ¿A que esperamos?