Admoniciones 

Autor: Rafael Ángel Marañon

 

 

Este mundo paganizado ha marcado su propia marcha sin Dios, y después obliga a vivir como él quiere a los que impuso su inicua filosofía. Los verdaderos cristianos tienen enormes dificultades para poder vivir su vocación y llamamiento, de parte del Señor, en este ambiente tan hostil a Cristo y sus enseñanzas. Es increíblemente difícil moverse en medio de esta sociedad frívola y volcada sobre los vicios, poco menos que divinizados. Acción de gracias y alabanza a Dios, nuestro señor, que provee los medios espirituales necesarios para salir adelante victoriosos de esta Babilonia moderna. Jeremías 29:11. 

Pero desatarnos de las obras del mundo y despues tratar de introducirlas en la iglesia, es un gran desatino y un gravísimo peligro para toda ella. Eso hacemos muchas veces y sobre todo, al competir por los ministerios de la forma que hace el mundo para sus grandezas y ambiciones.

Solo el Espíritu debe guiarnos para servir a la Iglesia en el ministerio que Él nos designe. No nos preocuparemos por que consideremos que nuestras capacidades se desperdician. Hagamos bien lo que tenemos encargado y dejemos obrar al Señor. 

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 

Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Colosenses 3:12 al 17. 

¿Quien sabe si nuestro ejemplo, por sí solo, es mucho mejor ministerio que lo que podamos hacer por nuestras mismas cualidades, aunque estas sean dadas por el Señor? Nada se pierde si es para el Señor.