Admoniciones 

Autor: Rafael Ángel Marañon



El sufrimiento humano en cualquiera de las formas puede sobrevenirnos a nosotros como a todos los humanos. Pedir que hagamos abstracción de ello como si no sucediera, o que el cristiano es inmune al decaimiento y a la agitación (aun pasajeras) es falaz. Jesús en el huerto sudaba gotas de sangre y se angustió sobremanera. Mateo 26:37. También se indignó contra los mercaderes del templo y no dudaba en mostrar su desagrado ante algunas situaciones. Él no era palo inerte o seco. Lucas 23:31. Como tampoco los que somos sus discípulos. Pero Él oró, Elías oró... y sucedieron muchas cosas. Santiago 5:17,18. Por tanto no desfallezcamos cuando el infortunio se cebe en nosotros, Bajo esa angustia y aflicción predicha por Jesús (alguna vez provocada por nuestras propias torpezas) hay una promesa maravillosa. Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Lucas 11:13.  Oremos con constancia para obtener el consuelo del Espíritu que sin duda nos llegará según esta maravillosa promesa.