Admoniciones 

Autor: Rafael Ángel Marañon

 

 

Quemaba Joacín, rey de Judá, las páginas del rollo de la profecía de Jeremías contra la defección de Israel y que Dios había mandado escribir a Jeremías para amonestar y amenazar al pueblo que desdeñaba Sus instrucciones.

Y el rey estaba en la casa de invierno en el mes noveno, y había un brasero ardiendo delante de él. Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el brasero había. Y no tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos el rey y todos sus siervos que oyeron todas estas palabras.

Y aunque Elnatán y Delaía y Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no los quiso oír.  Jeremías 36: 22, 23, 24.

Estas amenazas, a pesar de las profecías  tan terribles, dejaban siempre un amplio espacio para el arrepentimiento y el perdón. El endurecimiento del Rey y del pueblo trajo su propia ruina.

No desdeñemos nosotros la Palabra de Dios y aun en medio de su reprensión (por muy fuerte que sea) volvamos a Él. Dios es amor y nosotros, frecuentemente, lo hacemos figurar en nuestras mentes y nuestros corazones como un verdugo implacable y vengativo.

Si estamos en Cristo, seamos consecuentes con este estado tan maravilloso y privilegiado y gocemos de Él. Fuera subterfugios y fuera fluctuaciones. Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. Lucas 9:62. ¡Que claridad!