Admoniciones 

Autor: Rafael Ángel Marañon

 

 

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz., (Isaías 9:6.) En el mundo, ajeno al Príncipe de la Paz , las relaciones mutuas son una guerra de todos contra todos. Seamos nosotros los cristianos un remanso de paz.

Sin el Prícipe de la Paz Cristo Jesús no habrá paz jamás.

En el tiempo antiguo, Dios quiso que su pueblo Israel fuera la admiración de todos los pueblos de alrededor por los resultados de su obediencia. Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? Deuteronomio 4:5 al 8.

Cuando los hebreos de la Antigüa Alianza iban a las conmemoraciones de Jerusalem y cumplían los preceptos de Dios, Él guardaba fielmente sus fronteras de manera que nadie los inquietaba. Al dejar la Alianza Santa despreciando sus mandamientos, Israel tuvo que formar ejercitos y pelear sus batallas para conservar sin éxito su territorio de enemigos de todos lados.

Si hubiesen sido medianamente fieles nadie les hubiera invadido o asustado. Su infidelidad y su soberbia jactancia les trajo la perdición cuando, dejando a Dios, tomaron sobre sus espaldas la defensa de sus hogares.

También al pueblo cristiano se nos dice esto mismo. Y no lo dice cualquiera. Lo dice Jesús. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Mateo 11:28