Admoniciones 

Autor: Rafael Ángel Marañon

 

 

A veces nosotros mismos nos convencemos de que somos muy humildes, pero no estamos obrando humildemente ya que en realidad procedemos con soberbia. Nos afectamos por causa de que los demás no son humildes, y no porque no lo somos nosotros. Para ser de verdad humildes es necesaria la lucidez de contemplarnos a nosotros mismos desde la perspectiva de Dios y entonces seremos conscientes de nuestra pobreza y necesidad.  Abrir nuestros ojos y nuestro corazón a la verdad de Dios sin excusas y autoengaño. Entonces seremos testigos cercanos y claros de nuestra propia nulidad, de nuestra impotencia. Y el mismo Éspíritu dice claramente: Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Apocalipsis 3:17 y ss.  Comprobemos lo claro que Dios habla. Y actuemos en consecuencia, dice Romano Guardini.