Admoniciones 

Autor: Rafael Angel Marañon

 

 

El cristiano precisa de una gran capacidad de atención hacia las cosas espirituales. Esa atención al principio es difícil por causa de una vida anterior disipada y sin concentración alguna.

Pero el afán continuado de auto control y autovigilancia se establece poco a poco (y a veces de forma rotunda) según la mayor o menos capacidad que el Espíritu proporciona. Consiste primordialmente en permanecer totalmente conscientes de nuestra propia vida interior. Ya tenemos poder para velar y vigilar (dominándolos) nuestros deseos y nuestros impulsos primarios propios de las personas perdidas que antes éramos.

Hay una transformación de esos instintos y impulsos perversos en deseos de agradar al Señor. Esto hace que sean algo consustancial con nuestra nueva persona, de modo que, abandonamos los anteriores desarreglos y costumbres anteriores. Entramos en otra esfera de conciencia y nuestros pensamientos y discernimiento espiritual reinarán en toda su plenitud y actividad.

La inclinación hacia la virtud, la perfección y el diálogo espiritual, primarán sobre cualquier otro pensamiento (de forma real) y producirá una naturaleza transformada que está en condiciones de superar los obstáculos de la carne. 

En ese sentido, solo la aportación del Espíritu Santo de Dios, en la fe en Jesucristo, harán prevalecer la nueva naturaleza. Toda duda queda despejada; toda vacilación, rebasada; toda dificultad, superada Y dice la Escritura: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:23