La batalla del cristiano

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,

Sino contra principados, contra potestades,

Contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo,

Contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

(Efesios 6:12).

Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores

Y a los adivinos, que susurran hablando, responded:

¿No consultará el pueblo a su Dios?

¿Consultará a los muertos por los vivos?

   !A la ley y al testimonio!

Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.

(Isaías 8 19:20).

 

No tenemos remedio. Si contemplamos el panorama que nos rodea, observamos (si queremos ser objetivos y verdaderos) que cada día las relajación de las costumbres se acentúa, y que cada uno tiene una teología particular, basada en los rudimentos de la religión cristiana y un sin fin de variadísimas aportaciones, desde lo razonable hasta lo más estrambótico imaginable.

Una agresividad se percibe claramente en todos los que sostienen alguna idea religiosa, y estremece la enemistad existente tiene cauce por el que fluye una inquina y un desprecio por todo lo que no corresponda a nuestro criterio particular.

Se clama por que la Iglesia cambie sus normas de fe, para que se adapte al sentir corrompido de las gentes. En muchas publicaciones se ocultan (bajo el disfraz de ortodoxia y pureza religiosa), las más extrañas desviaciones. En cada lugar se pretende adaptar la praxis cristiana, a un patrón no proveniente de la revelación, sino de lo que en cada comunidad es tenido por interesante y provechoso. A la vez, claramente, a lo que les resulta más placentero en la inmediatez.

Sostener la verdad, es cada vez más difícil. En los medios de comunicación priman los resultados económicos, como no puede ser de otra manera al ser negocios, y hablar de religión es poco menos que tabú.

Conozco un foro, en donde se vertían las más peregrinas y necias ideas. No de ideas diferentes al ideario cristiano solamente con algo de inteligencia mundana al menos, sino necedad y una absoluta ignorancia. Aparte de imponer una forma de expresión, agresiva y maleducada.

Al entrar unas réplicas espirituales y cristianas, aquel foro quedó cerrado para el que intentó replicar a tantas barbaridades como en él se vertían. Una vez me pidieron que hiciese un poema para exaltar la paz, y la única condición impuesta es que este no fuera religioso.

No concibiendo la paz de otra manera que al modo cristiano, intenté hacer un soneto con ciertas connotaciones muy sutiles y suaves, pero hubo que rectificarlo. Cristo no tiene entrada en estos sitios, y ¿como vamos a poder estar nosotros, donde Cristo no puede estar. ¿Pretendemos ser recibidos con agrado, por los que aborrecen a Cristo con tal acritud?

Y me vienen a la memoria las palabras del divino maestro cuando dijo: Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.

Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece. (Juan 15:18 y ss.)

Y me causa gran consternación este ambiente, por que veo gentes a las que quiero, familiares, amigos, entregados a la disolución que ya no extraña a nadie, por que es lugar común en todo lugar. Y mi pensamiento es: ¡Señor, se pierden! Y solo me queda el consuelo de que la misericordia del Señor se derrame sobre ellos, como lo hizo sobre mí, y les saque del trance colosal e indecible de la “ira de Dios”.

En cualquier lugar pululan los más estrambóticos elementos, que ya no son solamente los adivinos y otras gentes de esa calaña, sino que ya se comercia con la Palabra de Dios de forma descarada.

Y es asombroso cuando ponen tantas pegas a la verdadera fe, y lo fácilmente que corren tras cualquier encantador, adivino, líder de alguna idea, compuesta por líricos llamados al amor, a la honestidad, a la hermandad, y tantas cosas que el cristianismo ha definido y establecido como cultura de convivencia desde milenios. Acompañados, eso sí, de elementos que excitan  la concupiscencia y a los placeres de la carne. Ellos tienen seguidores de las más raras extracciones.

Es hora de cristianos. Sin más paliativos ni blandenguerías (siento hablar así) hora de los cristianos. Hay que atarse bien las botas o, como dice la misma escritura: Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. (Efesios 6:10 y ss.).

No caigamos los cristianos en el mismo garlito que tantos que, pregonando ser sabios, se hicieron necios. Sabemos que estamos en guerra cósmica, y que Dios nos ha proporcionado las armas para contender contra el mal y el error, y adiestrado sobre como utilizarlas.

Han sido mencionadas anteriormente y solo falta la persona fiel,  leal, el o la valiente que quiera esgrimirlas. Y no olvidemos lo que dice el apóstol Pablo: Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.

Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda trasgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.

La voluntad de Dios es clara y apremiante. El galardón glorioso y alcanzable, y la asistencia del Espíritu Santo segura y constante. No lo desechemos, y no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo recogeremos si no desmayamos. (Gálatas 6:9).

Con Cristo somos más que vencedores.

 

AMDG.