Amigos o Cristo

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

Así ha dicho Yahvé: Maldito el varón que confía en el hombre,

 y pone carne por su brazo,

 y su corazón se aparta de Dios.

(Jeremías 17:5).

Gustad, y ved que es bueno Jehová;

Dichoso el hombre que confía en él.

(Salmo 34:8).

El temor del hombre pondrá lazo;

Mas el que confía en Jehová será exaltado.

(Proverbios 29:25).

 

 

Ay de vosotros dice el profeta que confiáis en el báculo de caña quebradiza (Isaías36:6). Confiamos en el poderoso y en el amigo, el cual,  tan pronto como se presenta una contingencia molesta para ayudarte, se quiebra como caña cascada. Y además te hiere la mano con la que intentabas sujetarte a ella.

 

Solo cuando confiamos en el potente báculo de Dios, es cuando tenemos seguridad absoluta. Pero no lo hacemos. Somos tibios y no nos lanzamos con decisión hacia los brazos abiertos de Dios en Jesús, y dejamos siempre decepcionado al Señor. ¿Como nos atrevemos a menospreciar así los brazos generosos de Dios? Es cierto que su amor nos cubre, pero ¿por qué nos portamos tan indelicadamente con Él? ¿Por qué no le obedecemos? ¿Por qué desconfiamos?

 

Todos se quejan de los desengaños que padecen. Es moda decir que es muy bueno confiar en los amigos, demostrar total confianza. Esa es una filosofía que aparentemente es buena. Aparece como mucho mejor que la cristiana que dice que, “seamos buenos con todos, pero que nos guardemos de los hombres”.

En tiempos de Jesús, no había hombre más justo y más merecedor de confianza que Juan el Bautista, que era hasta su pariente. Jesús no quiso recibir de él nada que no fuera el bautismo, por que quería que se cumpliese toda justicia, bautizándose como un pecador. Quiso ser en todo, semejante a los hombres a los que vino a salvar. Pero dejó bien claro todo lo que hacía, y aquel gesto del testimonio de Juan: yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos. (Juan 5,34). Y de nuevo insistió: Gloria de los hombres no recibo. Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. (Juan 5:41-43).

El mismo Jesús no quería que cayésemos en la trampa de amigos, que alguna vez en cualquier contratiempo, serán los que nos nieguen antes pues a ellos comprometeremos primero. Ni siquiera de Juan recibió nada por que de hombres nada quería ni testimonio ni otra cosa ya que de Dios su Padre esperaba siempre con toda confianza.

Llamó amigos a los discípulos, pero solo por que él era fiel. No por que pensara que ellos le habían de hacer algún favor o cualquier otra cosa. Y la Historia de su prisión y muerte nos confirma este aserto y la futilidad de confiar en los hombres.

El aceptó comida, ayuda, y hasta cuidados de hombres y mujeres, pero en cuanto a su comisión, no dejó que nada modificara su camino hacia el cumplimiento de su servicio. El cristiano tiene a quien imitar, y tiene la luz de Jesús. Luz divina que siempre conduce a la eterna alegría de hacer, aquí y ahora, la voluntad de Dios, y dar constancia continua de que sí, hay personas que no han doblado su rodilla ante el baal del modernismo y la falsa progresía. Esta piensa que incrementando sus vicios, es como se puede alcanzar el ideal del hombre, ofreciéndole una falsa libertad y una falsa felicidad.

Jesús nos mandó que amásemos a nuestros enemigos por que amar a los amigos lo hacen todos los paganos. Son de su mismo pensar y de su mismo sentir, y es eso lo que aman todos entre sí. El cristiano es algo tan distinto que de ninguna forma puede concertar pensamientos y trato con ellos. No es cosa de salir del mundo, ya que si así fuera ¿como podríamos ser sal y levadura de la tierra? El mismo Jesús pidió al Padre: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. (Juan 17:15).

El mundo está compuesto de multitud de gentes que se quejan continuamente de sus amigos, y de toda disciplina. Y sabiendo estas cosas ¿por que no cesamos de experimentarlas, y somos tan necios que no escarmentamos? ¿Qué de decepciones hemos de experimentar, para que de una vez apartemos la mirada de los hombres, y la pongamos en Cristo que no falla jamás? Alguien dice que no se siente suficientemente sostenido por Él, pero es por que nunca ha sido lo suficientemente valiente para entregarse y dejarse sostener por Él completamente. Y solo en él, tener comunión y amistad con los suyos.

Ese estado de medias tintas, mientras nos quejamos de que Jesús no se ocupe de  nuestros caprichos, es la causa de que no gocemos totalmente de la sensación de que con Cristo todo va bien. Los amigos que tanto te critican a tus espaldas (no pienses que hacen otra cosa) son los enemigos de tu salvación y de tu paz. Ama a todos, guárdate de todos sin paranoias superfluas, y anda tu camino confiando en el único en quien se puede confiara plenitud y que además sabe premiar esa confianza.

Pruebalo, que no falla.

AMDG.