La verdadera sabiduría

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 He aquí que el temor del Señor es la sabiduría,

Y el apartarse del mal, la inteligencia.
(Job 28:28).

Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas;

Y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.
(Proverbios 8:10-12).

Mejor es la sabiduría que la fuerza,

aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.

(Eclesiastés 9:15-17).
Mejor es la sabiduría que las armas de guerra;

Pero un pecador destruye mucho bien.

 (Eclesiastés 9:17-19).

 

Cuando se habla de sabiduría es cuando empieza la confusión entre esta palabra, y el concepto de erudición o conocimiento de cualquier tema mundano.

La sabiduría a la que se refieren estos versos de la Escritura, es aquella que, proveniente de Dios directamente, se centra en la huida del mal y en la búsqueda constante del bien según los parámetros dados a los hombres por tal divina sabiduría. La sabiduría espiritual alcanza a comprender los misterios divinos, actúa en el hombre y le hace andar por la verdadera senda que lleva a la vida: y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte. (Éxodo 31:3). Todo lo comprende la sabiduría.

Así habla la Palabra sobre lo que es la sabiduría cuando se refiere al pueblo de Israel: Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Yahvé Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella.

Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta.

Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Yahvé nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? (Deuteronomio 4:5).

La verdadera inteligencia y la auténtica sabiduría está en el mismo Dios, y así asevera la Escritura sobre esta divina Sabiduría, traspasada constantemente a los hombres que de veras se entregan a Dios: Yahvé me poseía en el principio, Ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio. Antes de la tierra. Antes de los abismos fui engendrada;  Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada; No había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del polvo del mundo.

Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo; cuando ponía al mar su estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento; cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres. (Proverbios 8:22 y ss.).

La sabiduría ha acompañado desde antes del principio a la obra de Dios y es en ella donde el hombre de fe y obediencia se mueve. Cristo es la sabiduría de Dios puesta en acción, y expresión, o Verbo Creador. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. (Colosenses 1:16)

 Tenemos un prurito pernicioso de entender los secretos de la sabiduría como si fuese una ciencia, o una forma de conocimiento del intríngulis de las cosas, a la manera humana, y siempre en continua progresión. Si la sabiduría humana progresa es por que a tientas, como palpando, intenta conseguir penetrar el misterio de la Creación, en un vano y casi ridículo esfuerzo por encontrar respuesta a las cuestiones que se le plantean. Pocas alas para tamaño vuelo.

La mente humana está constantemente lanzada hacia la comprensión de las cosas, pero cuando más se da cuenta de lo que sabe, más conoce lo infinito que le queda por conocer. La Sabiduría es una forma de conocimiento de las verdades eternas, y la prudente administración de los misterios de la salvación en el camino de la gloria eterna. Y es sabiduría eterna y consumada.

La Escritura encarece a los hombres, que adquieran sobre todas las cosas del mundo la sabiduría espiritual. Esta lleva al hombre al verdadero conocimiento del bregar de la vida, y por eso se requiere al hombre en la misma Escritura: Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia. No hay más sabiduría vigente y contrastada que la que lleva a los caminos de Dios. La sabiduría espiritual.

Los demás conocimientos siempre son empleados por el hombre de forma anárquica y egoísta. A medida que crece este conocimiento, las naciones y el mundo entero se separan de Dios, y sobrevienen las calamidades que la historia nos cuenta desde todas las épocas. No hay mal que no nos hayamos producido nosotros mismos.

Por medio de la sabiduría creó Dios al mundo, y por medio de esta misma sabiduría lo sostiene y vivifica. Es tan profunda y competente, que hace que la naturaleza se conserve de modo tan eficaz, que solo el cáncer de la tierra (que es el hombre) la va matando poco a poco.

La sabiduría espiritual, en cambio, es progreso en todos los sentidos y tiende a la conservación y mejora de lo que en manos del hombre ha puesto Dios. Eso debemos tener presente cuando el ser humano se ensoberbece, y con esta soberbia trata de modificar la dirección que Dios ha dado a su inmensa creación.

Esto incide y afecta, sobre todo, a la habitación del hombre que es el planeta Tierra, en donde el hombre suele actuar sin respeto y sin escrúpulos, destrozando una preciosa herencia que Dios puso en sus manos. Cuando la humanidad intenta, mediante su sabiduría carnal, su propia salvación y administración, todo se descompone.

Y en orden a la salvación, que es el asunto que nos interesa aquí, la humana capacidad queda en ridículo ante la realidad y la potencia de la palabra de Dios. Así dice el apóstol Pablo con palabras incontestables y usando sabiduría espiritual.

Esta sabiduría divina se contrapone a la humana, como se dice en otro lugar: Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; pero para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.

Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.

Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

AMDG.