Elección soberana

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 

según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 

en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 

para alabanza de la gloria de su Gracia, 

con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados 

según las riquezas de su gracia, 

que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 

dándonos a conocer el misterio de su voluntad, 

según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, 

de reunir todas las cosas en Cristo, 

en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, 

así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. 

En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 

a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. 

En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, 

fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 

que es las arras de nuestra herencia

hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

(Efesios 1:3 y ss.).



¡Cuantas veces ha sido este, y otros textos concomitantes, motivo de discusiones y hasta de herejías, por causa de no tomar en cuenta todo el contexto de las palabras de la Escritura! Todo se torna discusión, “matizaciones”, cuando no separación absoluta por términos que, bien leídos, con oración preliminar, para entender las cosas pertenecientes a los propósitos divinos, son fáciles de entender. 

No es algún concepto abstruso y complicado. La lectura normal de los textos, nos ponen en la senda perfecta para entender las verdades de la predestinación. Las exageraciones y las extremas posturas “interpretativas” son las que provocan la división, la discordia, y hasta las enemistades.

Muchos aducen el texto de Pablo: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia… (Romanos 3:22). Y otros muchos concomitantes. En la carta de Santiago y otros muchos textos relacionados, se dicen aparentemente algo contradictorio. Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? (Santiago 2:4). 

No es cuestión aquí de polemizar o teologizar, y menos yo, que no me considero nadie en esos trajines teológicos. Dicen los unos, que en la carta de Santiago se dice que la fe sin obras es muerta. Es cierto. Así como las obras sin fe, también son muertas, por muy buenas que aparezcan. 

No podemos extendernos, pues es tema de mucho desarrollar, a causa de esta postura tan necia, de unos y otros. Tomar textos sin relacionarlos cuidadosamente, y además, tratar de demostrar algo, prescindiendo de los demás que son complementarios, hace poco favor a la Escritura y a la doctrina y, como poco, es temerario. 

Un joven, que se dice prendado de su amada, alega que no ha podido acudir a visitarla, por causa de estar un ratito más en la compañía de amiguetes, o en otro lugar cualquiera. ¿No es natural que tiene que esperar que la chica de sus amores, piense que él no la quiere lo bastante? 

Si la ama de veras, no se entretiene en cualquier nadería, en lugar de ir a verla. Si estuviera de veras enamorado, estaría ansioso por estar a su lado. El puede decir que la quiere, pero solo su celo, obras, devoción y demostraciones de amor, son las que avalan su pretensión. 

Así en este asunto de la predestinación. Está claro que el que de verdad ama a Dios, o mejor, el que es amado por Él, lo que anhela es la suave conversación con el objeto de su amor, Dios, y desea que este también esté deseoso de estar en su compañía.

Este tosco ejemplo, nos dice que es lo que hace que la predestinación, tal y como es correctamente entendida en las Escrituras Santas, sea tan mal entendida por muchas personas que, en su pertinacia, desprecian lo que ignoran, o quieren ignorar. 

A la Escritura se acude a instruirse, y no a practicarle un “tercer grado”, para que diga lo que a nosotros nos gustaría que dijera. Se pueden aportar innumerables ejemplos, aparte del tema que estamos contemplando. Dios, desde la eternidad, previó que los salvos serían objeto de su elección para alabanza de su gloria y de su Gracia. 

Cualquiera que se sienta elegido, no cesa de dar gracias a Dios por esa elección llamamiento y camaradería. Es, según dice el apóstol Pedro, participante de la naturaleza divina por medio de las promesas de Dios. (2ª Pedro). Ha sido elegido para vivir una nueva vida.

Ante una perspectiva de esta entidad ¿Quién puede pensar que alguien que se sienta amado por el Creador, llamado por el que es la Gran Voz, elegido gratuitamente sin que el Señor tenga en cuenta méritos ni deméritos, y que le hace morar con Él en los lugares celestiales, va a dejar de estar arrobado por este privilegio?

¿Cómo no ha de estar pletórico de alegría, y deseoso de corresponder a quien tanto le da? ¿Quién recibiendo tales bendiciones (y apreciándolas), no se desvive por hacer en todo la voluntad del que así le ha distinguido? El que se basa en sus obras teme y fluctúa. El que se sabe elegido, procede con absoluta seguridad, pues sabe de quien recibe la garantía de salvación, y procura ampliarla con obras dignas de tal llamamiento. 

Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 

Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? (1ª Corintios 3:11 y ss,). 

Hay muchos que dicen que los salvos, salieron de la camaradería y la fe de Jesucristo y, por tanto, al ser predestinados, contradicen el llamamiento y la elección. La Escritura sabe responder a esas poco sutiles argumentaciones: Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. (1ª Juan 2:19).

Es verdad que es un misterio el hecho de por qué, unos son elegidos, y otros no. Unos son salvos y otros perdidos. El evangelio es una oferta hecha para todos pero ¿por qué muchos la desprecian o desconocen y otros la aceptan y son salvos? Misterios que se revelarán en el Tiempo de Señor. Dios habla por boca de Cristo a los que recibiendo el Espíritu Santo de la promesa, actúan por medio de Él, y por tanto andan continuamente en salvación perfecta por parte de Dios. Atribuir despropósitos a la acción de Dios, contrariando las Escrituras que lo definen claramente, es ganas de discutir lo indiscutible.

Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor.

Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. (Romanos 9:8 y ss). Que algunos, en su extrema forma de ver los misterios de Dios, afirmen cosas que Dios no ha dicho, solo por que ellos lo han deducido según su mente prejuiciada, no desvirtúa nada el grandioso misterio de la elección y el recogimiento de Dios a los electos. 

Los calvinistas extremosos por otra parte, que afirman que una vez elegido da igual lo que hagas, y puedes hacer el mal sin problemas, (pues eres elegido) es que verdaderamente no han sido elegidos. Y el que dice que tiene que hacer obras de mérito, además de la Gracia, para su salvación está despreciando esa magna Gracia de Dios, para sustituirla por su propia virtud y mérito. Ignora la redención y la santificación.

Dejemos pues a Calvino o a Arminio, Pelagio, etc. enrevesados en tesis rigurosamente contrarias. Solamente debemos centrarnos en la elección y el llamamiento, y esforzarnos por ser tenidos por dignos para estar delante del trono de Dios y en la presencia del Cordero, cuando ese dichoso momento llegue. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas calamidades que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre. (Lucas 21:36).

Miremos, si deseamos introducirnos más profundamente en esta tan debatida cuestión a Agustín de Hipona, a Pablo apóstol, y (como no) a Jesús, y veamos que dicen sobre esta materia. Después esforcémonos para hacer la voluntad de Dios, en la seguridad de que haciéndolo, no es tan importante discutir sobre estas cosas. Seamos hombres y mujeres de Dios, y lo demás lo determinará Él, que es a quien le corresponde poner las cosas en su lugar exacto.

Hay mucho amor que dar y recibir. Adelante con ello, y no entremos en temas tan delicados. Y menos en un trabajito reducido al máximo como lo es este. Elucubrar es que cada uno quiera salirse con la suya. Hay personas de conocimientos sobrados para consultar, y la oración es muy buena guía.

Así que no nos preocupemos tanto por las doctrinas de controversia, que casi siempre son producto de la terquedad humana en tratar de trastear en los misterios de Dios y ver de “enmendarle la plana”. Vayamos digna y gozosamente como dijo Cristo mismo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:23). Eso es lo que tiene verdadero valor.