Habitaré entre ellos

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios.

(Éxodo 29:45).

Y Yahvé te esparcirá por todos los pueblos,

Desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo;

(Deuteronomio 28:64).

Y serás motivo de horror,

Y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos

A los cuales te llevará Yahvé.

(Deuteronomio 28:37).

 

 

La sociedad israelita se basaba, sobre todo, en un principio inamovible, que dejaba paso a que la Ley se pudiera aplicar concienzudamente, y así establecer una comparación con las sociedades circundantes, de tal diferencia moral y hasta material que la hicieran envidiable y digna de imitar.

 

La continuidad y vigencia del carisma hebreo era por transmisión genética ya que se trataba de que la Ley y las ordenanzas concretas de Dios, se trasmitieran de padres a hijos y así sucesivamente. Tras la llegada de Cristo ya Dios no conoce nietos, con la constitución por Dios de un nuevo sacerdote según el orden de Melquisedec, al que la muerte no podía alcanzar y que aboga continuamente por nosotros, la transmisión genética quedaba obsoleta, y por tanto desposeída de su vigor.

 

Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.

 

Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.

 

Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.

 

Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (Hebreos 7:12).

 

De esta forma, Dios podría extender su capacidad de redención de toda la humanidad, a base de absorber para esta doctrina y praxis a las demás naciones y así “extender el reino de Dios” Mas vosotros que seguisteis a Yahvé vuestro Dios, todos estáis vivos hoy. Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Yahvé mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella.

 Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Yahvé nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos, como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?  (Deuteronomio 4:4 y ss.).

La reserva del pueblo de Israel hacia los paganos, no provenía de una visión racista (con todo lo que ello influyó después), sino en la peligrosa contaminación que era capaz de producir la idolatría en el pueblo de Dios. No era la raza, pues cualquier extranjero sin distinción de raza, tenía por ley que ser admitido, a condición de que adoptara las mismas costumbres, leyes, y sobre todo al Dios de los hebreos.

Pero esta extensión del reino deseada por Yahvé, tuvo muchas fluctuaciones como se constata a través de toda la historia bíblica, en la que aparecen los pueblos de alrededor, como los que influyeron de forma decisiva en el pueblo de Dios, y no tanto los hebreos sobre los paganos..

 

Todas las aberraciones de los pueblos paganos de la vecindad de Israel, fueron adoptadas por los hebreos, más o menos pronto, y con más o menos intensidad. La idolatría y las costumbres derivadas de esa forma de ir contra la voluntad de Dios, trajeron la destrucción y la cautividad de un pueblo que ya había renegado de su Dios aunque siempre lo mencionaba y no para bien.

 

La consecuencia del aplastamiento de los principios y normas morales y espirituales de Israel, fue la caída de este en las más perversas imitaciones de los extravíos de los pueblos vecinos, además de un culto hipócrita y desmesuradamente reglado, para así evitar desesperadamente, el sumergimiento de los hebreos en la escoria que fermentaba en los pueblos vecinos.

 

No existía la razón, porque esta era (como ahora) prisionera de la superstición, y solo se aplicaba (más que con razón, con razonamientos) para tratar de justificar los extravíos y la descomposición del sistema Legista de Yahvé, que tanta cohesión mantiene en el pueblo israelita, a pesar de las apostasías y mezclas de las costumbres, usos, y “dioses de los pueblos aledaños”.

Al no ser la Ley el motor del modo social de vivir, la invasión de toda clase de superchería se introdujo en las costumbres de Israel. De ahí los comentarios a la ley, muchos de ellos  contra toda razón, y desde luego fuera de la intención del legislador Moisés, que recibía su legislación de la revelación del mismo Yahvé. De ahí la Mishna, el Talmud, la Guemara, la Halaká, etc. hasta la Cábala. Y hasta ahora, parece que la Cábala será superada por otro comentario, aun más abstruso y misterioso.

 

La ley, simple, rústica y definitiva, era sustituida por unos comentarios que la daban cierta pátina de adaptación al medio de forma casi darviniana. De ahí que la religión judía en tiempos de Jesús, ya adolecía de una serie de interpretaciones de lo que era simple, y que hacía cualquier movimiento del israelita una ocasión de pecado.

 

Todo esto provenía de que solo de una manera estricta, y por medio de actos “tradicionales”, el pueblo o por mejor decirlo, la “raza judía”, podía conservar la primitiva cohesión como pueblo, que de otra forma hubiese sido fagocitado por los pueblos de alrededor.

 

Solo una promesa estupenda dada por el mismo Dios, permitía en la antigüedad prever que, cuando la angustia llegara al colmo como cuando la persecución nazi, se produciría aquella promesa como así sucedió.
Y seré hallado por vosotros, dice Yahvé, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Yahvé; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar. (Jeremías 29:14).

 

Aunque esta promesa fuera hecha más bien con relación a la cautividad de Babilonia, en la repetición de la apostasía por el pueblo de Israel se produce la misma profecía por boca del mismo Jesús: Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan. (Lucas 21:24).

 

Sumemos a esto la dispersión, que hubiese sido la desaparición del judaísmo como religión por lo que, como consecuencia, no existiría no solo la religión, por cierto hoy día muy diluida en el mismo Israel moderno, sino el mismo judaísmo, con ser este un instrumento de identificación de un pueblo milenario.

Hoy como entonces los dirigentes y pensadores, hacían experimentos sociales, posiblemente basados en razonamientos filosóficos meritorios, pero desconocedores de la realidad humana. Cientos de tratados se han hecho del tipo de sociedad conveniente, para lograr la felicidad de la humanidad, y muchos experimentos en vivo se han realizado con las secuelas y resultados conocidísimos, solo por una parcela muy pequeña de la población).

 

El ser humano quiere felicidad, que consiste en satisfacer sus inclinaciones y caprichos, y en no carecer de  nada que otro pueda poseer. Es connatural con el ser humano desde la caída. Y el asunto de la caída, es lo que tanto se empeñan, en desvirtuar y minimizar, las personas que andan fuera de la verdad.

Y todo ello a pesar de que la realidad diaria se encarga de ponérnosla delante de nuestros propios ojos. Y si queremos verla más cerca, solo tenemos que mirarnos a nosotros mismos y a nuestras malas  inclinaciones naturales.

 

Así llegamos al cristianismo, en el que se observan casi milimétricamente los mismos fermentos de descomposición que en Israel, y la misma adaptación al medio darvinista que el antiguo pueblo de Dios. Solo que en este caso la dispersión es mayor, pero más sólida, por estar presente en masas que socialmente pueden tener un gran predicamento (y lo tienen) siendo más difícil la absorción. Más lenta, pero igualmente reiterativa y progresiva.

 

Solo un cristianismo que regrese a las bases de su fundador, y actúe con el Espíritu que Jesús le imprimió, puede oponerse a la marea de despropósitos paganos que la sociedad está imponiendo inexorablemente.

 

Hay una eclosión de idearios peligrosos para la sociedad (no solo para como la concebimos los cristianos), sino por que buscan tercamente su directa disgregación y destrucción. Proliferan sociedades (no las llamaremos religiones ni sectas) como los rosacruces, atlantes, Urano, New Age, etc. y ¡como no! la omnipresente masonería.

Existe un estado de disgregación espiritual e intelectual, que es un magma salido a borbotones del volcán de las libertades originariamente cristianas, sin base intelectual alguna, sino fabricado a base de prejuicios y, sobre todo, de un odio al cristiano y a lo que representa. Un cristianismo sin Cristo.

 

De ahí los ataques a la iglesia, empezando por la más representativa socialmente, porque una vez destruido ese bastión, la marea de la sinrazón, el odio mutuo, la anarquía espiritual y social, se harán dueñas de la situación.

 

Hay un deseo desmesurado de que la ONU sea un ente de gobierno mundial, con lo que se llega a un gobierno inspirado por el diablo, y en cuyo seno revuelto y desgajado de toda moral, siquiera razonable, surja el tan deseado anticristo que ponga fin, con férrea mano a todo desorden, a costa de la sumisión de toda la humanidad, a sus designios y dictados.

 

Los que trabajan para que esto ocurra, ignoran que el final es ese ineluctablemente, y por ello trabajan sin saber que sus esfuerzos se  encaminan, por encima de ellos, a la realización procurada por una voluntad que ellos creen la suya y que, sin embargo, responde a una labor de zapa de los principios cristianos, para que en la anarquía reinante, pueda ser deseado por toda la humanidad el anticristo que está anunciado, y que solo la Iglesia cristiana, con el Espíritu Santo de Cristo, puede detener.

 

Hay una grave responsabilidad en los cristianos de hoy, y la no asunción de esa responsabilidad sería el derrumbe de todo, y como colofón final, la venida del Cristo bendito a tomar posesión de su reino de forma definitiva, Entonces no nos engañemos. Prescindirá de los que profesando ser cristianos han sido copartícipes de esos esfuerzos de destronar a Dios y sus mandamientos para vida, y cooperar, de una u otra manera con el mundo a la implantación del pensamiento del anticristo.

 

Las cosas caminan por ese sendero. Un camino siniestro. Solo la esperanza en la definitiva venida de Cristo, puede redimirnos a los cristianos, de nuestra falta de interés y de entrega a sus requerimientos, por causa de nuestra desidia e ignorancia culpables, y por las cuales se nos pedirá cuenta. Jesús sobre estas cosas dijo claramente: Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:8). Y la pregunta que debemos hacernos es solo: ¿la hallará en nosotros?