Alabanza confiada

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

… y dijo: Yahvé Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones?

¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?

    Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová,

Con sus niños y sus mujeres y sus hijos.

    … Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo

Todo Judá y los moradores de Jerusalén

Se postraron delante de Yahvé, y adoraron a Yahvé.

   , para alabar a Yahvé el Dios de Israel con fuerte y alta voz.

   …Creed en Yahvé vuestro Dios, y estaréis seguros;

 Creed a sus profetas, y seréis prosperados.

     Y vinieron a Jerusalén con salterios, arpas y trompetas,

 a la casa de Yahvé

,… Y el pavor de Dios cayó sobre todos los reinos de aquella teron que Jehová

había peleado contra los enemigos de Israel.

     … Y el reino de Josafat tuvo paz,

Porque su Dios le dio paz por todas partes.

(2 Crónicas)  

 Tenemos por mala costumbre y peor actitud hacia Dios, el hábito de pedir sin dar gracias hasta que no consideramos que Dios ha hecho nuestra voluntad y se ha amoldado a nuestro capricho. Es cierto que cuando alzamos la vista hacia Dios suele ser normalmente porque estamos en un gran apuro.

Y también es cierto que cuando se nos concede o no la petición lo metemos en el fondo más profundo de nuestra alma, hasta otra ocasión en la que volvamos otra vez a tener necesidad y no alcancen nuestras fuerzas. Bien, eso es propio de nuestra humana debilidad que prevalece sobre las consideraciones que el Espíritu de Dios pone en el corazón del cristiano.

La vida de piedad es poco frecuente en la mayoría, que se limita a pedir solo cuando la necesidad apremia y la angustia aprieta. En la prosperidad el hombre se olvida de Dios porque se siente fuerte y arropado por amistades, dinero, posición laboral, o estado que le permite ver el horizonte de su vida sin muchas nubes. Ahí Dios no hace falta y nada tiene que hacer. Y lo dejamos olvidado. Decimos a veces: “no nos escucha”. ¿Le escuchamos nosotros a Él, que es más merecedor que nadie?

Pero llega el momento de la tribulación, que a nadie falta, y entonces sacamos del cajón nuestra ya muy debilitada piedad y acudimos al Señor. Eso está bien y así lo recomendó Jesús: Y yo os digo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lucas 11:9 y ss.).

En la situación de impotentes acudimos al Señor. Ya hemos dicho que es lo que él mismo mandó, pero si no recibimos nos enfadamos. Si recibimos bendición, la mayoría de las veces lo achacamos a que la situación no era tan mala como parecía, Si es enfermedad o trance se dice que fue la estampita, el curandero o la echadora de cartas que ya lo vaticinó.

Josafat, rey de Judá en Jerusalén, recibió aviso de que los sirios, los amonitas y toda una suerte de enemigos marchaban sobre Jerusalén para conquistarla y para despojarla. Lo primero que hizo Josafat, que era hombre piadoso en todo momento a pesar de algún error (como todo hombre) fue: tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Yahvé, e hizo pregonar ayuno a todo Judá.  Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a ; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Yahvé Dios.  (2 Crónicas 20:3,4).

Ni un solo movimiento hizo, sino alzar los ojos al Cielo y pregonar ayuno. No se trataba de formar un ejército y lanzarse valientemente a luchar hasta morir. No lo hizo; eso es para otros que no tienen a Dios como escudo. El oró e hizo orar a todos los de Judá, para pedir ayuda al Dios del Cielo sabiendo que no había fuerza en ellos y que contaban con Dios para todo.

Clamaban todos, y el rey a la cabeza decía: !!Oh Dios nuestro! ¿No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos. Sabia decisión y mejor ayuda. El no sabía que hacer.  En esos momentos es cuando el hombre, desnudo de poder, acude a Dios de verdad. Dios no iba a permitir que un pueblo que había quitado las abominaciones de entre ellos fuera destruido y despojado. Josafat no arenga a sus huestes, sino que es el primero que reconoce que no tiene poder para librar a sus gentes.

Al rey le dice el profeta de Dios que sus oraciones han sido oídas y que serán atendidas. ¿Cómo? No lo saben, pero si Dios lo ha dicho es cierto y ya se siente librados. No confían en sus fuerzas ni en ningún otro poder para que les auxilie. Solamente en Dios.

Y así vino el profeta de Dios y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Yahvé os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Yahvé con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Yahvé estará con vosotros.

Josafat, sin más averiguación, ordena que los levitas y todos los del templo se vistan sus ropas sagradas y canten alabanzas por la salvación. A todo esto los enemigos ya se acercaban. Y dice así la Escritura: Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Yahvé puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros. (2 Crónicas 20:22 y ss.).

Apenas comienza el cántico de alabanza y gratitud Dios empieza a actuar. El pueblo judío aun no siendo fiel totalmente recibe auxilio de Dios tan pronto como lo pide. Nosotros, que éramos extraños, somos hechos hijos por la sangre de Jesús y tenemos por gracia el derecho de pedir a nuestro padre todo lo que necesitemos. Pero como dice el apóstol: Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. (Santiago 1:7 y 8).

 La conclusión es clara. Hacemos agravio a Dios cuando no contamos con Él para todo, lo fácil y lo difícil. Es Señor se alegra de que sus hijos acudan a Él. ¡Nos ama tanto! Tenemos el rango de hijos y si hijos, somos también herederos. No dudemos ni caigamos en la acidia y la desconfianza. Dios provee siempre para nuestra necesidad, sin poner más condición que la que cualquier padre terrenal pide de sus hijos… que le amen y se le sujeten.

Ya los asuntos son cosa de Él que tiene anchas espaldas para cargar con nuestras flaquezas y nuestra ignorancia. Él sabe todo, y todo lo que ocurre está bajo el control de su voluntad. No temamos ni presente ni porvenir. Confiemos en Dios y perseveremos. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (Gálatas 6:9).

Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Cristo, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. (Hebreos 13:15) Este es el único camino a Dios y este es nuestro médico, nuestro  amigo, nuestro guía, nuestro hermano y nuestro Dios. A Él iremos pese a nuestras debilidades nuestros pecados y nuestra esperanza. No temamos, pues el se hizo cargo de nuestras cosas y nuestra seguridad. Él no falla.

Acompaño un poema del clásico Bartolomé Leonardo de Argensola

Soneto.

"Dime, Padre común, pues eres justo,

¿por qué ha de permitir tu providencia

que, arrastrando prisiones la inocencia,

suba la fraude a tribunal augusto?

 

¿Quién da fuerzas al brazo que robusto

hace a tus leyes firme resistencia

y que el celo que más las reverencia

gima a los pies del vencedor injusto?

 

Vemos que vibran victoriosas palmas

manos inicuas, la virtud gimiendo

del triunfo en el injusto regocijo."

 

Esto decía yo, cuando rïendo

celestial ninfa apareció y me dijo:

"Ciego, ¿es la tierra el centro de las almas?".