La ciencia y el cristianismo

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la

Falsamente llamada ciencia,

(1 Timoteo 6:20)

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos,

 y su necio corazón fue entenebrecido.

(Romanos 1:21)
Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;

Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,

Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;

Los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.

   Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo,

(Efesios 4:17)

 

La ciencia objetiva, no es enemiga de la fe de Cristo. No hay nada que emprenda un pagano en el orden científico, que sea moralmente aceptable para el auténtico bien de la humanidad, que el cristianismo no haya emprendido ya con igual o más vigor.

Afirmar, como se hace sin el menor pudor, que el cristianismo es contrario a la ciencia y que se opone a los descubrimientos y progresos científicos, es cosa de descarados fantoches que van a captar obnubiladas mentes corrompidas. Estas acogen con sumo gusto las ideas que les adulan, y les afirman que sus maldades no son tales, sino que sienten inquietud por sus actos por que los cristianos se lo han metido en la cabeza.

La moral que hay en el mundo occidental y que se ha transmitido a países importantes como Japón y otros muchos más, no es ni más ni menos que la moral cristiana, aunque viciada por la desobediencia y la incredulidad. Estas son el verdadero enemigo. No se culpe al cristianismo, de lo que hacen los hombres corruptos que se dicen cristianos. Precisamente son corruptos por no ejercer de verdaderos cristianos.

Eduardo Hartmann propone en una serie escalofriante de escritos, una teoría que él da por resuelta en un plazo relativamente corto. Él propone y da por hecho que habrá en un futuro próximo una sola religión mundial, aunque claro está, supeditada a la teoría de la materia (materialismo y una especie de mística aleatoria) sin ninguna concesión al misterio de la vida. No es nueva esta idea. Tal vez en eso no se equivoque, aunque no en tal sentido.

La apostasía fue predicha por Jesús, y ineluctablemente se producirá. No como algo que arraigue en el corazón de los hombres, sino como una religión político social o algo así, según lo que Hartman escribe en su engendro que hace pasar por ideas.

Se trata de un sistema social basado en el rechazo de la doctrina cristiana, y la implantación de una ideología confeccionada con restos de la crítica al cristianismo. Este, al fin, es su mayor referente. No sabemos por qué, pero todo el que quiere construir tiene que ir para hacer su cesta, a los mimbres del cristianismo.

Es curioso que todas las teorías que se inventan de este jaez, no tienen más remedio que basarse en una feroz e irracional agresión contra el cristianismo. Sin él no pueden formular ninguna teoría, por que la fe cristiana y su moral consecuente no puede ser sustituida, sin criticar de forma burda las aberraciones que se producen en cualquier colectivo, y más si este se compone de millones de personas esparcidas por todo el planeta.

El proceso de Hartmann es fácil y elemental, por más que se revista de verdad filosófica abstrusa que no demuestra nada. Es cierto que en el campo de la realidad y del pensamiento, hay multitud de campos en los que entrar, porque la vida espiritual (que puesta en practica tanto bien aporta) no va detrás de la ciencia, sino que posee una revelación por demás sobreabundante de filosofía (amor a la verdad de la mejor especie).

Que el ser humano es como es, no lo puede negar nadie. Que la injusticia se produce en la sociedad cualquiera que sea su moral social, es algo innegable. Pero el cristianismo aporta valores contrastados como buenos en todas las épocas, y los fallos en manos de hombres no dejan de ser cosa de hombres y no fallo de la doctrina y de fe. Hago notar que aquí no menciono al pecado que es cosa a tratar aparte.

Todas las distintas experiencias acometidas (cuanto más recientes, más demostradas quedan) son perniciosas. Los experimentos de igualdad a la fuerza han fracasado y fracasarán siempre, porque ontológicamente son imposibles de ejecutar sin violencia al ser humano. No somos iguales, por que los hombres son unos de una condición, y otros de otra, y esto enriquece a la humanidad y marca una división en el trabajo y el disfrute de bienes, que no tiene por más que ser desigual por que somos, queramos o no, desiguales.

Otra cosa son los derechos y la moral humana, curiosamente de profundas y permanentes raíces judeo cristianas. ¡Que le vamos a hacer! El cristianismo aun en sus más bajos momentos aun resulta mejor que cualquier experimento social, que desde tiempos remotos se han impuesto a las gentes con los resultados que nos ha mostrado la historia.

  Hay personas que de una cueva hacen un palacio, y otras que hacen de un palacio una cueva. Eso es condición humana y los experimentos que se han hecho y se  hacen “en vivo y en directo” con masas inmensas de gente que espera el paraíso en la tierra, resultan trágicamente defraudadas por la imposibilidad de alcanzar las metas que se decían posibles, tan pronto como desapareciera el (para ellos) vil cristianismo.

Hagamos inventario de las naciones que son de tradición cristiana, y comparemos con otros que no lo son. El bienestar y la abundancia está en los primeros, y la miseria y la enfermedad física y moral campea por los otros. Se menciona como contradicción y ejemplo próximo al Japón, que tiene unas raíces distintas al cristianismo, pero se obvia que este país ha sido ocupado por los EE. UU. Y tanto la organización como el modo de pensar han cambiado drásticamente, aunque conserven tradiciones y costumbres arraigadas en milenios.

Que todos tengan el mismo pensamiento y la misma moral no es posible, y los esfuerzos por hacerlo han sido un rotundo fracaso. Es evidente y probado históricamente, que los países que implantan la moral igualatoria son pobres y aherrojados, y los otros aun con sus desigualdades son ricos. De hecho un pobre jubilado en Francia, Inglaterra, etc. vive mejor que un cualquiera de los países en donde ni les es permitido salir, por causa de que los que salen se quedan en los denigrados países de cultura y su moral cristiana, aun ya muy amortiguada, y ya no regresan a su “paraíso”.

El peligro para estos países prósperos no es el de que su sistema falle, sino que la abulia cristiana pueda desembocar en una flojera espiritual que dé al traste con todo lo conseguido de libertades y prosperidad.

No es pues el cristianismo el enemigo, sino el único que puede preservar la paz social y la libertad, con tal de que no venzan las teorías nitcheanas del superhombre, o las que propugnan una igualación de hormiguero que solamente es teórica, ya que los mismos dirigentes no son iguales ni viven igual que los administrados.

El cristianismo es tan grande que ha resistido los embates de los tiempos oscuros, y los ataques incesantes tanto fuera como dentro de la Iglesia.  He aquí un solo versículo de la Biblia que nos ofrece, en pocas palabras, un manual perfecto de economía social intachable. Solo falta que se lleve a cabo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. (Efesios 4:28)

Si así fuera no existirían las lacras sociales que vemos a diario, pero las demás teorías, muy bien planteadas con un barniz de pseudo ciencia,  tendrían que ser planteadas y ejecutadas solo por la fuerza, para que ejercieran efectos pseudo-benéficos para la humanidad. Y eso solo lo hace el cristianismo, a pesar de pasar por tiempos de relajación y apostasía.

El cristianismo como vertebración social no tiene equivalente por poco que se practique, aunque solo sea de forma epidérmica y laxa. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán; dijo Jesús. (Mateo 24:35) Y no pasan. Siempre son el mejor referente para una vida digna y para la paz y la libertad que llevan más felicidad a la sociedad.

Estas mencionadas teorías han demostrado sobradamente a cualquiera que tenga algo de perspicacia, que han fracasado con su plena aplicación. Solo una sociedad con principios cristianos, puede emprender con éxito semejante aventura de renovación y revolución de las mentes y los corazones. No hay alternativa a esta posibilidad, y las que hay son por la fuerza represiva y no por las convicciones. Vencen pero no convencen.

A pesar de que los seres humanos, unos son  bajitos y otros altísimos, unos feos y otros guapos y que la riqueza no acude a unas manos como a otras, la moral cristiana aun levemente aplicada, demuestra su superioridad sobre otro cualquier sistema o moral.