Cosas del pecado

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Es un lugar común, el pensamiento de que el pecado es solo una trasgresión que prohíbe la Iglesia Cristiana por conveniencia suya; unos lo califican de una manera y otros de forma distinta. No existe (ni tampoco entre multitud de cristianos), una verdadera convicción de que el pecado es abominado  por la Iglesia Cristiana, solamente porque es nocivo en grado sumo contra sí mismo y contra los demás hombres. No solo se peca contra la Iglesia, (que también). Se peca contra uno mismo, y ese pecado repercute nocivamente de muchas maneras sobre los demás. Baste contemplar las crónicas de sucesos en todos los lugares del planeta. 

No es lícito perjudicar a los demás, así como tampoco a uno mismo. Los preceptos cristianos no están hechos para fastidiar ni para poner vallas sobre el gozo de vivir, o sobre algunas tendencias perniciosas que a veces nos acometen ¡y de que manera! Si manda no matar, es por que de alguna manera se constriñe a los demás también, para que no nos maten a nosotros. Simplemente solidaridad y respeto, ya que ni somos capaces de ofrecer cariño. 

Hemos visto, y estamos padeciendo los atentados a la vida, con la destrucción de los fetos y el alma de las mujeres que abortan, y eso acaba con la humanidad. El emperador Augusto, y después los demás emperadores, requerían vivamente a los patricios romanos que tuvieran hijos. Y no era ciertamente para que pasaran fatigas de pobreza o desprecio, sino que para que cubrieran puestos de gobernadores y otras clases de autoridad en la vida civil, así como en el ejército, etc.  

Las normas y ordenanzas de la Iglesia (que no pueden ser otros que los que Jesús declaró), están para nuestro bien y nuestra felicidad, ya eterna cuando se acepta la guía y la obediencia a Dios y los preceptos de Jesucristo. Nadie puede negar que la droga, la enfermedad venérea causada por la indiscriminada relación con el libertinaje y la promiscuidad, provoquen daños casi irreversibles.  

Las gentes, en uso de su mal llamada ”libertad”, caen siempre en las mayores y vergonzosas dependencias, por lo que ese  “placer”, esa “libertad”, ese ejercicio de “fraternidad comunitaria”, acaban por sorber el alma y las vidas de los que caen en ella, en clara rebeldía a unas normas que la Iglesia Cristiana dispensa para bien de todos. 

Las críticas al cristianismo por los hechos punibles de algunos miembros, son larvados o claros ataques para compensar y tratar de justificar la vida errática y conscientemente vivida por algunos, en vulneración flagrante de los preceptos; hay siempre un resentimiento cuando ve que hay muchos que encuentran su gozo (placer para otros), en ser dueños de sus personas tanto física como espiritualmente, cosa de la que esta clase de personas carecen y echan de menos.

El/la joven llora después de una noche de excesos de toda laya; sabe que cada día se esclaviza más en sus ataduras al pecado, dándose cuenta de que ya no tiene marcha atrás. Y se equivoca; porque en Jesucristo siempre hay una esperanza viva de perdón de pecados, tan pronto como acudes a él verdaderamente arrepentido, y con el propósito de vivir otra clase de vida en su compañía. Una vida en la que manda sobre sí mismo, y no está esclavo del vicio que lo dominaba. 

Cristo, en el Espíritu, proporcionará los medios espirituales para poder afrontar y superar tal esclavitud, y el dolor que esta persona ha proporcionado a las victimas de su vicio, a sus familiares, amigos, y repercusiones mil sobre los demás. 

Rafael Marañón. 28 de noviembre de 2010

 
AMDG.