Zaragatera y triste

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Ni mucho menos voy a decir, como Machado, que España (toda) es la que él denostaba, “zaragatera y triste”. En sus tiempos es muy cierto que tampoco en otros países se ataban los perros con longaniza. De hecho España supo estar al margen en las dos guerras mundiales, lo que ya de por sí demuestra unos gobernantes con sentido patriótico, aunque se les puedan achacar muchos desafueros y defectos en cuanto a la gobernación interna. 

Así parece que es, viendo lo que está ocurriendo. El eslogan “que inventen ellos” se lleva a rajatabla. De moral cívica, nada de nada. No me presuma nadie, esté donde esté. No hay la menor sensibilidad al ridículo. De ahí la situación que atravesamos, como todos los pueblos culturalmente atrasados. Se me puede objetar la genialidad española que es una maravillosa realidad, pero en asuntos de moral cívica somos unos auténticos cutres; por supuesto, “en general”.  

Marche usted por una acera súper transitada, y verá usted a una masa de personas, la mayoría ignaras sobre los asuntos políticos y religiosos, y verá que solo les interesan las pequeñas cominerías. Es así, que sea posible que los tribunos de buen pico y nulos escrúpulos, muevan las masas que los miran como auténticos dioses. Somos (cada uno en su tierra) auténticos pueblerinos, enfangados en los titulillos que nos encajan los que se dicen representantes de la “soberanía popular”. 

Conocí en Sevilla, a un portugués que era el culmen de hombre culto, prudente, educado, y respetuoso, lo que hacía que le respetáramos todos los que le tratábamos. Pero los que le queríamos a causa de sus excelentes cualidades personales, quedamos estupefactos cuando nos dimos cuenta de que los demás le tenían por hombre encogido y antipático. ¿Por ser portugués, o por ser culto y manifiestamente más educado que los demás? 

Ahora el Papa ha venido a España, lo que en un país católico debería ser motivo de orgullo. Las críticas más chabacanas, se han hecho evidentes en boca de “prohombres” de la “cultura” y la política, y las manifestaciones más cutres, como el instante “glorioso” de los gay besándose en determinado momento de la visita. Y por supuesto, ellos piden estridentemente respeto. Aquí puedes decirle a un tipo toda clase de epítetos vejatorios, pero no se puede pronunciar públicamente la palabra “maricón”. Si lo haces te conviertes automáticamente en machista o fascista, que para los indoctos viene a ser la misma cosa, merecedora de desprecio y “discriminación”. Eso si no te metes en complicaciones. 

Al Papa, a Dios, (loado sea Él) a su Cristo, a toda su Iglesia, se les puede calificar como a cada cual le da la gana, de forma ofensiva hacia la mayoría de la población que es católica, de la forma que cada cual pueda concebir su militancia en La Iglesia. Si me dicen que tengo que respetar yo lo hago por convicción, pero merecedores de ello no son sus obras. Los mismos que entierran a sus deudos con la presencia del sacerdote o pastor; que llevan sus niños a la primera comunión, etc., son los que les votan a los que sañudamente desacreditan, y persiguen al fin y al cabo, a la Iglesia de Dios. 

Rafael Marañón18 de noviembre de 2010

AMDG