Lamentable opinión

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Inestimable amigo: créame si le digo que en su mensaje he aprendido más que en los abundantes que recibo continuamente. Ahí me he dado cuenta de que todos los dichos de Jesús tenían su fundamento y aplicación práctica. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. (Mateo 7:6).

 

Su impudente valoración de los misterios de la religión (que no puedo repetir), me han convencido de que tengo que seleccionar mejor a mis correspondientes. No me ha gustado lo que dice de los signos cristianos, como no me gustó en su tiempo que se destruyeran los Budas gigantes por los talibanes, en un acto de barbarie contra lo que es patrimonio de todos, se piense como se piense. Así como también trato de respetar a las personas que dicen no creer en nada, lo cual me parece una falacia, porque siempre se cree en algo cuando se pone tanto interés en demoler las creencias o fe de otros.

 

He recibido a lo largo de mis escritos duras colisiones con amigos más o menos cercanos o sinceros, pero usted se ha saltado el listón con su comentario. Creo sinceramente que me puede refutar y facilitarme su criterio, pero hay normas de educación que nos sitúan en dos polos distintos; en el grosero de la incredulidad o el correcto de la fe.

 

Repito, que envío a todos mis escritos, sin distinguir si son tirios o troyanos. Cada cual con lo suyo. Yo estoy en posición de contemplar en mis experiencias, la posición de cada cual. Un factor común es que el cristiano es benéfico y sabe perdonar las ofensas, y otro el que promueve el odio y la contienda por un quítame allá estas pajas.

 

Por tanto me cuido muy mucho de ofender a nadie en sus convicciones, que humanamente son tan buenas como las que yo pueda tener; en el plano espiritual Dios sabe llegar en cualquier situación a toda persona. De ahí que San Pablo fuera tan estricto en lo principal, y tan comprensivo con las distintas civilizaciones y formas de hacer con las que se topaba, en su continuo deambular evangelizador.

 

Como actúan los cristiano ¿mal? Bueno pues actúe usted bien, y déles a ellos en la cara con su conducta cristiana: ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? El que camina en justicia y habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias; el que cierra sus ojos para no ver cosa mala; éste habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas serán seguras. (Isaías 33 14, 15, 16).

 

Y hay muchos que en su ignorancia voluntaria y descuidada, ven las cosas tan perdidas porque ellos mismos están perdidos. ¿Qué haremos? dicen continuamente de forma farisaica. Y la respuesta está pronta para el que quiera oír: ¡Oh hombre!, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Yahvé de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6:8). Claro como el agua. En muy pocas palabras, ya tiene usted un camino excelente que seguir. No critique tanto, y haga usted el bien para todos. Las ideologías ante estos conceptos, son pura retórica, falaz, y definitivamente inútiles. Está súper-comprobado.

 

Menos criticar por lo que hagan algunos clérigos cristianos entre miles o millones, que sufren los mismos estímulos que usted, y tomar en sus manos ese testigo que los hombres santos dejaron para que los que, como usted, muestran ese loable celo, puedan seguirlos. Todos ellos fueron de o más benéfico para la humanidad. El único pero, es que fueran tan pocos. Sea usted uno de ellos, y no se ocupe tanto de lo que hace los demás. Y en lo que yo pueda hacer o ser, mi pobreza es testigo de mi honradez (o tal vez torpeza) y mis escritos la prueba de lo que creo.

 

 

No es que yo actúe como a continuación señalo, pero sí me fijo mucho en San Pablo, que decía decididamente: Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. (1ª Corintios 9:22). No soy nadie, pero sí puedo aspirar a seguir el camino del aquel al que reconocen su ascendencia espiritual.

 

Y así hay que adaptarse a la mentalidad de los que, sin conocimientos ni motivaciones, rehúsan someterse a la fe en Jesús, que es la forma comprobadísima de hacer el bien a toda la humanidad, que por cierto no estaría en la situación en que se encuentra si se hiciera; si la fe en Jesús, en lugar de sufrir feroces ataques, fuera seguida sinceramente por cada uno, otro sería este mundo contaminado hasta la coronilla de lodo pestilente. Y me atrevo a decir, que no importa la denominación a que se pertenezca o no; lo que se censura a los cristianos, háganlo los detractores, y ya tenemos el paraíso en la tierra. Como no es así, así nos va.

 

Rafael Marañón 7 de Octubre de 2010-09-29

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