Epístola a Don Luis Hinojosa

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Veamos, caballero: yo no tengo inconveniente en darle datos sobre mí, si le interesan de veras. Usted me los pide “consideradamente” y yo se los proporciono con gusto. Naturalmente no voy a hacerle mi currículum, ya que creo que no le es necesario; soy una persona ya mayor, con las ocupaciones y preocupaciones de cualquier hombre que tiene hijos nietos, etc. Soy, o me parece que soy, un hombre que ama. Mi naturaleza es así, y Jesús solo tuvo que elegirme, para que con su potencia me hiciese lo que soy; un pecador, perdonado y agradecido.  

Como usted, yo también lucho y más antes, he luchado contra mis inclinaciones primarias, y como usted, las he pasado canutas para poder dominarlas. De mis caídas, ni le menciono. “Corramos un tupido velo”. Ahora los próximos años que cumpla serán D.M. 77, y como comprenderá no estoy para bromitas finas, por lo que lo que digo o hago lo ejecuto con toda seriedad, aunque aplique a veces un poco de humor. Como hizo mi maestro Jesús. 

Le aclaro, yendo a lo nuestro, que Jesús no vino a igualar la sociedad, porque esta es inigualable por mucho que se diga o haga ¿Pesimismo? No; creo que posibilismo y realismo puros y destilados. Si el mundo no fuera tan malo, Cristo no hubiese tenido que morir en la cruz. Ya una vez realizada su muerte y resurrección, esperamos su venida con anhelo, porque solo él tiene poder para poner orden en nuestros egoísmos y nuestras maldades. Y mientras, procurar no tirarnos los trastos a la cabeza, y aunar esfuerzos sin pretender brillar más que otro. 

La misión de la Iglesia cristiana no es específicamente dar de comer al hambriento físico, acción a lo que somos llamados todos los que nos sentimos humanos, independientemente de la profesión de fe que proclamemos. Es derecho natural, y una de las grandes virtudes que proclama la Iglesia, y a eso se aplica con tesón cada uno de sus miembros genuinos y en su conjunto.  Pero decía Jesús que muchos son los llamados y pocos los elegidos. (Mateo 22:14)  

Así que, no podemos con nuestro solo  esfuerzo humano asumir la tarea que Jesús no hizo, sino cuando quería respaldar su misión y ampliar la comprensión de los presentes, porque su misión era otra. Hasta tuvo que decirles a muchos que le seguían: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. (Juan 6:26). No era La sublimidad de Jesús lo que les llevaba a seguirle sino el pan que se comían y lo que esperaban de Él.  

La Iglesia, cristiana, (no cualquier “chanchullo”) busca otros objetivos, porque le ha sido expresamente señalados por Jesús, y entre otros son los de la transformación del hombre desde su condición de condenado y enfermo de odio, envidia, lujuria, etc., en hombre justo por la justicia de nuestro Señor Jesucristo, con el poder omnímodo del Espíritu de Dios. Cuando cambie el espíritu del hombre todo cambiará, y entonces SÍ se llegará a la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8:21) Entonces no hará falta ni Gandhis, ni Teresas de Calcuta, etc.… porque la verdadera justicia de Dios se habrá establecido en toda la tierra.    

Usted vende sus posesiones materiales y da de comer con ese dinero a los pobres de su pueblo (no hace falta ir más lejos); cuando el dinero se acaba ¿qué? Ya habrá otro pobre más (usted), que si ahora hace (como usted dice) buenas obras de ayuda, se convertirá en otro más al que socorrer, porque ya será un mendigo como los demás, a los que ahora con sus posesiones puede ayudar. El espíritu con que las posea es la clave de todo. No se rompa el colodrillo. 

Haga usted el bien con lo que tiene, y su ayuda será continuada, y no de un tirón como usted pretende que lo haga la Iglesia dejando después desamparados a todos. No imite a León Bloy, sino en su piedad y su ingenio; nada pudo hacer por nadie. Solo debatirse y rabiar contra la situación del mundo ¿Conoce a muchos que le conozcan  o quieran imitarle? Al Padre Damián “el apóstol de los leprosos” sí. Le ruego que esas bondadosas ideas las ponga usted en orden, y se documente a fondo no solo con conocimientos, sino también con sabiduría y espíritu constructivo.

AMDG.