Teresa Forcade

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Con honda consternación, oigo una especie de conferencia titulada FEMINISMO Y LIBERACIÓN, impartida por la hermana Teresa Forcades (monja benedictina de Montserrat) a la que en una intervención anterior tuve por clarividente en las cosas de la medicina, y no ahorré mi admiración por sus palabras. En esta última intervención en Caracas (Venezuela) me ha dejado “espatarrao” por sus palabras.

 

Que Dios dijo que la mujer tendría la misma dignidad que el varón, es cosa que nadie en el cristianismo duda ni desmiente. Que tendría su propia autonomía (menos mal que no dijo independencia, que nadie tiene), y que yéndose por las ramas a mi juicio, habló del respeto a las personas; como es natural a la mujer, pues se trataba de feminismo. Nadie la desmiente, dentro de lo que se llama ser verdaderamente cristiano aunque tambié la Biblia dice: Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré AYUDA idónea para él. (Génesis 2:18, 20)

 

Pero ha introducido algo en lo que ella llama levadura, para que toda la sociedad se dé cuenta de que el niño no es antes que la madre. Nadie puede refutarla; son cosas super-sabidas. Napoleón buscó un útero imperial, desesperadamente, para tener heredero del imperio que había construido a fuerza de bayonetas y cañones; cuando en el momento del parto le dijeron los médicos que había que elegir entre salvar al niño o a la madre, él contestó enseguida: “salvad a la madre”, y eso es lo que yo no he logrado entender de lo que Teresa Forcades ha dicho o querido decir.

 

 

 Al final habla de medios (supongo que económicos) y añade que existen (existimos) gente, que deseamos que la natalidad “llegue a donde llegue”, como reproche a la doctrina de la Iglesia (de su propia Iglesia), que está en contra de la muerte de madre o de hijo, y que el médico o asistente ha de tomar la decisión extrema, según su leal criterio de lo que ha de hacer en casos “desesperados”. Eso no lo pone en duda nadie

 

Aceptar una sociedad en la que desde los poderes públicos acicatean a los jóvenes (que no lo necesitan), a experimentar el sexo (bendito de Dios) de forma indecente, bestial, y vil, y seguidamente afirmar los derechos de la mujer a disponer de la vida de un infante, no es nada más que una repugnante contradicción. ¡Como si no conociéramos la naturaleza humana, y la dificultad para conducirla!

 

No se trata de dicotomía de derechos de la madre y el hijo. Nadie está contra eso entre cristianos reales. Es mucho más profundo, y hay un arsenal de argumentos tanto humanistas como cristianos, que abonan esta posición de NO MATAR. Para no enredar haré abstracción de la píldora del día después, o la del día antes;  existen también numerosos medios para proporcionase placer, sin riesgos de traer al mundo una criatura que será un estorbo. En el caso de hembra, que el cónyuge, compañero, o novio, al no saber si es o no el padre, o sospechar no serlo, también quieran participar del disfrute de sus “hijas”. ¡Para que otro se aproveche, me aprovecho yo! Y eso se da. Lo he comprobado con horror.

 

Bien, querida hermana Teresa; me ha derrumbado usted con sus argumentos, con tanta contundencia como se derribaron las murallas de  Jericó. Si eso lo avala el Papa, yo nada tengo que decir. Yo pienso a mi manera. Si, como creo firmemente, NO, entonces no sé que hace usted como católica, y que hace su comunidad que no se desprende de usted; y usted con sus medios (ya hace conferencias que puede cobrar) extienda su ideas que no son peores ni mejores que otras, pero que no creo que tenga que ir con su medio vestido de monja.

 

Usted tiene buena presencia (ya se habrá usted dado cuenta), y se expresa mejor que Demóstenes, pero su doctrina está trufada (a mi juicio) de incontables influencias del feminismo (que algunos llaman nazi-feminismo), y de la corriente del siglo. Si queremos que la mujer sea igual que el varón, empecemos por hacer en cada nacimiento la prueba del ADN, Veremos la que se lía. Todos somos pecadores, y necesitamos (todos) la misericordia de Dios, y la comprensión de los demás. No hagamos del placer indiscriminado, con la excusa de maltusianismo, la razón de ser  de la existencia del ser humano. 

 

Si queremos la igualdad

Busquémosla para todos;

Si falla la cristiandad

Fallamos de todos modos.

 

AMDG.