Confesión y heroísmo

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Bueno pues aquí me tienen tratando de aclarar algo que como todo lo que tiene que ver con la fe cristiana en este caso contra el vaticano es manipulado a modo, para que resulte lo más infame posible. Hace años, vi una película cuyo título no se me olvida.- YO CONFIESO -. protagonizado por el artista Montgomery Clift, Anne Baxter, Karl Marlden, Brian Aherne. Precioso ejemplo de hasta puede llegar el heroísmo de un sacerdote, antes que denunciar a una persona criminal que arrepentida se confiesa con él.  

El sigilo sacramental requiere un absoluto secreto en el ámbito cristiano, y desdichadamente choca con las leyes de las naciones. Esta diferencia de criterios ante el fenómeno de la confesión, hace que un confesor nunca puede comunicar a nadie el pecado confesado. Esto hace que si se mantiene el secreto de confesión, la justicia humana no podrá contar con las confidencias recibidas por el sacerdote que ministra. Y surgen los problemas ¿quién quiere que su confesión sea publicada? 

Lamentablemente estas cosas repercuten en la opinión pública que, en lugar de alegrarse de que las cosas vertidas en una  confesión sean mantenidas en estricto secreto, desean que se viertan ante las autoridades civiles. El deseo de venganza, se confunde reiteradamente con la justicia, y así vemos que casi todo lo que prudentemente y dando tiempo al tiempo hasta que sustancien los hechos, se torna en boca y pensar de todos en secretismo, y en no sé que más perversas y oscuras maquinaciones. 

A mí, personalmente, no me mueven ideas de apología de nada, porque ya tienen los agredidos suficientes razones, pruebas, y motivos para hacer lo que hacen. Me da grima, ver con que saña son juzgados todos los hechos buenos o malos del catolicismo, obviando descaradamente su logros y su misión. 

Tratar de sacar a la luz acontecimientos calamitosos para el buen nombre del cristianismo en general, de forma uniformemente aviesa, perjudica no solo a los católicos, sino a otras confesiones que por impuesta naturaleza también han de tener también manzanas podridas o, más acertadamente creo, seres abrumados por los impulsos más primarios y por la fe y la conciencia más atormentada. 

El acoso más inmisericorde es arrojado sobre todo el cristianismo, y más aun sobre la Iglesia Católica. ¿Pues qué? ¿Los demás no tienen impulsos malos, a pesar de que dicen que lo que ellos hacen no es malo? Cuando el escándalo es sobre los sacerdotes, no cabe duda de que se espera de ellos una conducta irreprochable. Los llamados curas ¿no son como se decía en “El mercader de Venecia” de Shakespeare? Si nos pinchan, ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no reímos? Si nos envenenan, ¿es que acaso no morimos? 

 Cientos de miles de sacerdotes han hecho proezas que el público desconocen porque se consideran normales en ellos. El hecho de que un párroco está al pie del cañón en su parroquia durante años y años, no parece tener importancia. Que algunos hechos (unos mayores y otros) de una mínima cuantía, como genios fuertes y fallos humanos, se den y se aireen, solo indican que son tenidos por todos “mal que les pese a muchos”, como lo mejor que se da en el ser humano. O por lo menos eso es lo que se les exige: para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; (Filipenses 2:15)

AMDG.