Un poco de predestinación

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Es extraño, y demuestra la parcialidad con que se miran los asuntos espirituales, que la idea que tienen muchos que me escriben sobre estas materias, es la de que Jesucristo solo fue un profeta inimitable, que vino como los grandes maestros de la antigüedad a marcarnos el sendero de la virtud, y que fue un hombre maravilloso; hasta ahí llegan. En muchos casos, se basan en sus palabras para apostillar alguna de sus (a mi juicio) peregrinas ideas. 

Lo realmente chocante, es que en las iglesias de distintas denominaciones he detectado esa especie de herejía, que en esta materia solo se salva el calvinismo. Cierto que en el calvinismo extremo, la doctrina de la gracia queda reducida a que al que Dios ha elegido puede hacer lo que quiera, siendo así que no sabemos a quien Dios ha elegido y a quien no. Y hay mucho que explicar de esta materia. Contentémonos con esto 

La mayoría de la gente cristiana poco ilustrada en los misterios de la fe, piensan de forma netamente pelagiana o semipelagiana. Para ellos su voluntad y sus recursos son los que valen así como su fe, siendo así que la fe también es un don. Basan su salvación en su voluntad de aceptar el mensaje del Evangelio y de llevarlo a cabo por sus recursos y capacidades. Todo lo consideran producto de su fuerza y su bondad. Los de la Gracia, sabemos que detrás de toda obra buena está el Espíritu Santo, porque Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:13). 

Realmente, es difícil dirigirse a mentes perezosas o elementales para explicar estas cosas, sin que de momento comiencen a surgir interpretaciones, fabricándose cada uno la suya propia. Y lo peor es que la pretenden imponer, como vemos a sacerdotes tratando de corregir al Papa con aventuras en donde quieren involucrar a la Iglesia, y a pastores que se basan en estas convicciones o persuasiones, para mantener a su rebaño sujeto y temeroso. Por desgracia hay muchos ejemplos de estos casos.  

El temor de Dios es el principio de la sabiduría. (Proverbios 9:10)  Sin duda es así; y ya que no somos capaces de en la sabiduría de los hombres rendirle culto idóneo al Señor Creador, el temor es la regla, como nosotros somos padres y no compinches o amiguitos para nuestros hijos. Procuramos granjearnos su respeto y confianza, y al par una aureola de autoridad bien entendida que hace a los chicos confiar no solo en el cariño de sus padres, sino también temor a irritarlos, desobedeciendo y atrayendo hacia sí mismos un castigo clemente, pero serio. 

Tan es la situación: se recurre a elementalismos sin base para intentar demostrar lo indemostrable, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman.  (1ª Timoteo 1:7) Que lo hagan los extraños desconocedores, y que en la fe solo ven algo negativo a ultranza no es de extrañar; que pase entre los cristianos de cualquier denominación es del todo lamentable. No se puede ir por la vida sacando bandera de rebelión, sino amonestar a los superiores con respeto y acatamiento y de forma reservada razonada y en humildad, si lo que se pretende es corregir y no imponer. De forma considerada se puede exponer todo.  

Lo más lamentable es que, dentro de la fe cristiana, existan personas que haciendo caso omiso a su vocación y a la dirección de los responsables y veteranos curtidos, montan su teología particular sin encomendarse sino a su opinión. Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. (2ª Pedro 2:1)

AMDG.