Curas seguras

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Soy muy aficionado a las curas naturales, de las que tengo constancia de que son útiles y eficaces. Y no solo son paliativas, sino algunas perfectamente curativas. Solo tienen como factor común, como las dietas de adelgazamiento o depuración, el hecho de que hay que llevarlas hasta el final y de la forma prescrita. Ni más ni menos que cualquier prescripción médica. 

Surge entonces una legítima pregunta; si son tan eficaces como dice ¿porqué no se usan con más profusión? ¿Por qué se consideran poco más que como un placebo, que funciona más con la convicción de la mente que por su acción terapéutica? ¿Cómo, a pesar de criticar tan acerbamente a las multinacionales de la producción de las medicinas, ellas siguen siendo reinas de la acción médica? Imprescindibles y caras. 

Esto me lleva a ponderar la similitud de la vida espiritual, con estos conceptos relativos a la medicina. Como antes he dicho, también las recetas espirituales son eficaces y deseables por todos los que, quieran o no, se debaten en este “valle de lágrimas” que es la vida cotidiana, llena de pesadumbres y miedos se tenga mucho o  se tenga poco. La zozobra nos acompaña todos los días de nuestra vida.  

Si es tan buena la receta espiritual ¿porqué no funciona, cuando tantos, de verla funcionar, desearían verse libres de estas agitaciones y estas inquietudes? Simplemente, porque para que su acción sea efectiva es necesario que se lleven a cabo las prescripciones con exactitud y constancia. Siempre que hay una receta médica, el paciente trata de modificarla en su composición o posología, para adaptarla a sus necesidades que valoran más que la salud. Una desobediencia que se suele pagar muy cara a veces. Así pasa casi siempre en la vida espiritual.  

En el terreno espiritual, cada cual sigue esclavo de su opinión, que en este caso es desobediencia a la receta y se desprende de ello que el enfermo no puede sanar, o no tan pronto, por no seguir debidamente las instrucciones del médico que conoce el caso mejor que él, porque lo trata todos los días durante años. Pero aun así insistimos en hacerla menos efectiva. 

La ley del Cristo de Dios, es fácil de comprender: amaos unos a otros, como yo os he amado. (Juan 15:12) La receta no tiene muchos ingredientes. La posología es clara para aplicar; lo que hay que hacer, es llevarla a cabo estrictamente porque en ello nos va la salud en el caso médico, y la vida eterna en el espiritual. Repito el concepto claramente: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; (1ª Pedro 1:22) 

Es llevando al límite la obediencia a las recetas del médico humano como las del Cristo divino, como se hacen realidad maravillosa y eficaz las prescripciones de nuestro Dios para nuestra salvación en este siglo y en el venidero. 

Pretender saber más que el divino médico lo que nos conviene es una temeridad porque el castigo se recibe precisamente no recobrando la salud y la paz junto con la esperanza, y debatiendonos en nuestro mal y nuestra perdición. ¡Que torpes y pertinaces llegamos a ser!

AMDG.