Por los perdidos

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

               Es sorprendente y cotidiano contemplar la  ignorancia que existe, no ya solo en las gentes despegadas de toda clase de formas de piedad, sino de las que por su acercamiento a la religión vive ignorante de los misterios de esta. Hay quien no quiere “involucrarse” en la Iglesia, porque teme que esta le absorba más tiempo del necesario para llevar una vida religiosa cómoda. Y quien cree que, como no es “demasiado bueno”, tiene que esperar a serlo para sumergirse en los misterios y la práctica efectiva de estos.

 

Consideran que Jesucristo no tiene relación nada más que con los buenos, y esto resta capacidad para acercarse y conversar con el que nos comprende mejor, y sabe curarnos las heridas del alma que casi siempre traen consigo las del cuerpo. Pienso que las catequesis en las iglesias no son suficientemente insistentes en un hecho primario sobre todos, tal como dijo el apóstol: Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. (1ª Timoteo 1:15).

 

Esa es la realidad de Dios; no tenemos fuerza para el bien, sino para el mal como se dice en otro lugar: Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. (Isaías 59:7) ¿Cómo de otra manera podríamos nosotros entender a un mundo donde el sufrimiento, el miedo, la crueldad, la insolidaridad y el crimen campan por sus respetos? El bien es casi siempre, solo pantalla para hacer el mal con más eficacia, sigilo, y camuflaje. Los casos distintos, son tan escasos, que es una verdadera lástima que casi todos estén trufados por el oculto orgullo y la hipocresía.

 

Jamás se hubiese hablado de la cruz de Cristo, si no hubiese habido una humanidad criminal que estaba fuera de los designios de Dios. Hasta su pueblo elegido para multiplicarse y ser ejemplo de las naciones traicionó su vocación. Todos los libros de relatos y biografías de reyes contienen múltiples apologías de personas o pueblos: Solo la Biblia (el libro de Israel) se atreve a hablar las “perrerías” a las que llegó el pueblo de Israel, aun teniendo la obligación de anunciar al único Dios Creador y sanador. Si hubiese sido falso solo contaría lo bueno y dejaría lo malo que se hizo por el pueblo y sus dirigentes.

 

Si no hubiese habido tanta ruina moral y tanta maldad continua ¿Cómo se explican los sufrimientos de Cristo? ¿Cómo la persecuciones que sufrió? ¿Como la muerte del que era la misma Vida en su más pura esencia? Solo la bondad de Dios hacia sus pecadoras criaturas, encarnado en Jesucristo, puede explicarlo, mediante el reconocimiento de la ruina del ser humano. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Yahvé cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:6).

 

Así se puede aseverar que Cristo vino por causa de los pecadores y no por los justos. San Pablo lo dice con toda propiedad en otro lugar con estas palabras tan consoladoras y eficientes corroboradotes da estas verdades:Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,  a fin de que nadie se jacte en su presencia.

 

Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se ufane, alábese en el Señor. 



AMDG