Mío eres Tú

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Queridos amigos; gracias: No, no soy el hombre que creéis o queréis, ni soy un dechado de perfección. Mi perfección es Cristo; como soy consciente de ello, me someto a su amor y su misericordia. Soy como otro cualquiera, con los defectos e inclinaciones que un semejante más. Y por supuesto eso lo sabéis…y yo también.  El Evangelio no es un Antiguo testamento más atenuado y puesto al día, sino la perfección por el amor, y la noticia para todos en la que se dice: Dios está con vosotros, y os quiere salvar no solo en el sentido escatológico, sino en el meramente del vivir cotidiano.
 
Cuando los Israelitas comen la Pascua, celebran su particular evangelio, que es el paso del ángel para exterminar a los egipcios y dejar incólumes a los israelitas. La sangre puesta sobre las jambas de las puertas de los israelitas, era todo lo que había que hacer para salvarse de la catástrofe que afligiría de forma terrible e los egipcios. No se trataba de que en la casa hubiese gente buena o gente mala. Solo de la sangre que el ángel vería, y pasaría de allí sin herir. Los contradictores de Moisés, también fueron librados de castigo aquella noche.
 
También la sangre de Jesucristo nos salva de la condenación porque Jesús no vino ni murió por los buenos (si es que hay alguno), ya que la Santa Escritura dice claramente: no hay hombre que no peque (1ª Reyes 8:46). Cuando vamos a tomar el pan de vida y el cáliz de salvación, no es porque seamos tan buenos que merezcamos este nuevo maná, sino porque allí se da la vida que tanto deseamos.
 
Por eso decía Jean Calvin, el reformador. Si estás come, y si no comes, no estás. A la asamblea de los fieles se va a participar. ¡¡Cuanta gloria se obtendría en la Iglesia y para la Iglesia, si todos los que van comieran, no por muy inocentes, sino porque quieren serlo!! El maná era un sustento que los hebreos consideraban anodino, porque los fijaba en su Dios, y los hacía tributarios del día siguiente, ya que no se podía guardar, sino consumir según el comer de cada uno.
 
También del nuevo maná de vida se hace menosprecio, pues muchos acuden a las celebraciones diarias y no participan de la comida comunitaria, porque no se da el valor inmenso que la participación tiene en el buen cristiano. Creemos que es algo protocolario y así comemos, pero no tendremos las bendiciones que de participar podríamos tener de dar a la comida celestial el auténtico valor que posee y caemos en la rutina y el descuido.
 
Jesús dijo claramente: yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y Pablo para aclarar más aun el valor de la participación común añadía en otro lugar: Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. (1ª Corintios 11:18). Claro que Jesús está con nosotros en cualquier parte que le invoquemos, pero es en la Iglesia donde de recogen todos los beneficios de sus promesas, y donde se come el pan de vida y la copa de vino de la salvación. ¡¡¡Nada más y nada menos!!!


AMDG