Determinado consejo de Dios

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;

a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;

al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

(Hechos 2:22 y ss.)

 La cruz de Cristo es, para muchos, cosa pasada y acontecimiento normal en la época en que fue perpetrado el tormento aplicado por los inicuos y el voluntario sacrificio de Cristo.

Es sin embargo, y pese a la filosofía del mundo perdido, el acontecimiento más significativo para la humanidad  El drama del Calvario es ciertamente un elemento en manos del Creador con el que la humanidad adquirió entidad y, identidad y esperanza.

¿Y qué, de Jesús el Cristo? ¿Uno más de los que en aquel tiempo se ajusticiaba? No así, sino que Él fue el único que vindicó en todo momento y se  dedicó plenamente a exaltar el nombre de Dios, y su plena soberanía. No usó otros aditamentos que la fe y la obediencia sincera, tanto externa como interna. Su vida estuvo consagrada a Dios, y cumplió todos y cada uno de los mandamientos de su religión judía, en plena comunión con su Padre.

Nunca dejó de guardar el día de reposo, sino momentáneamente para un fin superior en bien de la humanidad. Acertadamente enseñó “El sábado es hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. Él siempre puso por delante de los rituales hipócritas y aparentes, la perfecta obediencia con la que fue perfeccionado: y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.  (Hebreos 9:12)

Nunca aceptó otro culto que el de Dios Padre, y jamás adoró ídolos. Anduvo siempre mostrando un elevado sentido espiritual y de servicio, a todo hombre que de veras quisiera ser salvado. En todo mostró la más extremada perfección que nadie ha podido igualar, ni siquiera de lejos, en sus dichos y hechos sobrenaturales.

Su calidad moral era intachable y su naturaleza divina se traslucía a través de sus palabras, actitudes, y oración. Él no oraba como los demás a un Dios externo y ausente, al que había que forzar con oraciones insistentes. No al estilo de los sacerdotes paganos, con ofrendas  sangrientas de seres humanos y sajándose, con toda clase de contorsiones y parafernalias vanas.

Fue ser humano en toda su totalidad, y no una figuración inventada por los detractores posteriores a su muerte y resurrección, Jesús fue un ejemplo de hijo como lo fue posteriormente como adulto.

Ya en la cruz encargó a un discípulo que se ocupara de su madre amada, con amor propio de un hijo. Aun en los más atroces tormentos y en su aparente fracaso se ocupó de dejar a su madre bajo protección de persona de confianza. Y a la que le dio el ser, junto con el Espíritu Santo, dejó enriquecida con la veneración de todos los que, siguiendo al hijo supieron y saben honrar a la madre que tanto dio por nuestra salvación.

De niño y de joven se sujetó a sus padres humanos en todo momento y solo en su Padre Celestial puso su entera confianza para hacer la obra a la que había sido destinado por su Él.

Agradecido, dio gracias siempre a su Padre Celestial por la confianza que en Él depositada y la misión a Él señalada, que cumplió hasta sus últimas consecuencias.

Hablar de Jesús, es meterse en profundidades tan hondas que ningún humano (y ha habido muchos que sabiamente lo han intentado hacer) es imposible que pueda describir agotando, las inmensas riquezas de su gracia y su amor por la humanidad doliente a la que curó de enfermedades de toda clase, y desde luego el único que curó y rescató a los elegidos y entregados a su Gracia.

Nadie demostró mayor empaque en su vivir, y mayor humildad en su manifestación. Su moral pura y sin petulancia, buscando siempre el bien y la liberación del hombre de supersticiones y maldades, fue proverbial y nunca se halló mentira en su boca. Era verdadero y sigue hoy siendo como Él mismo dijo de sí: el Camino, la Verdad, y la Vida.

Si queremos un camino a seguir seguro y fiable, Cristo lo es. No solo un camino, sino EL CAMINO.  Si buscamos verdad, entre tantas verdades que el mundo o el impresionante ingenio humano nos presenta, Cristo es la Verdad. Y si buscamos vida (porque la vida está impresa en el alma y el corazón de ser humano) Él, Cristo, es la Vida plena y eterna.   

A un hombre así, se crucificó. No por casualidad, sino por voluntad de Dios y sin tener en cuenta, en su humildad, su rango y su divinidad y carácter: El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. (Colosenses 1:15 y ss.)

No se puede decir y describir, un carácter y una naturaleza de forma más simple y rigurosa. Cristo vive y está en medio de nosotros.