Requisito para la reconciliación

Autor: Rafael Ángel Marañón   


No hay hombre que no peque (1ª Reyes 8: 46)

 

Es manifiesta nuestra condición natural perdida y nuestra inclinación al mal que nos resulta más atractivo que el bien y más si es una elaboración de nuestro intelecto que considera lo que supuramos corrientemente, más que las guías tan provechosas que nos indica la Biblia y la práctica de la Iglesia. Cualquiera que nos dice algún chisme, es más creído que mil reconvenciones, que además nos hacen andar con seguridad y libertad por la vida.

 

No obstante la conciencia, que todo el mundo teme, y que todo el mundo posee a pesar de lo que se diga, nos indica que cuando damos rienda suelta a nuestras inclinaciones y deseos engañosos nos damos cuenta de que no estamos haciendo el bien. Y ese aguijón nunca deja de apretarnos hasta que nos confesamos a nosotros mismos que realmente lo hicimos mal. Se puede establecer un parangón con el infierno, y por agravio comparativo.

 

De la tendencia de los humanos a echar la culpa a otro cuando delinque espiritualmente, al arrepentimiento y confesión (por fin)  de que se pecó, o en otros términos, que lo que se hizo estuvo fatal empieza el verdadero tratamiento de la culpay el cristiano sabe que si acude a Dios por ese pecado que lo remuerde (remordimiento no es arrepentimiento), y realmente arrepentido se vuelve de su pecado, puede contar con la misericordia de Dios en Jesucristo. Total y absolutamente,

 

El arrepentimiento, es la llamada en el idioma griego de la koiné de tiempos de Jesús “metanóia”, que es el cambio de dirección y de mente y el llamado propósito de enmienda. Confesado el pecado en estas condiciones de genuino arrepentimiento, es lo que produce el perdón inmediato, puesto que Dios ya no se acordará más de nuestra maldad. Claro está, que el arrepentimiento una vez confesado ha de acreditarse con lo que decía Juan el Bautista: haced pues, frutos dignos de arrepentimiento (Mateo 3:8).

 

Nuestra naturaleza, si en ella nos centramos para domeñarla (nada fácil sin la ayuda del Espíritu), será transformada en la práctica por el incorruptible ornato de un espíritu cristiano amable y apacible que es de gran estima delante de Dios. (1ª Pedro 3:4).  No son precisas obras para la salvación de esta mala conciencia sino que las obras acreditan que el arrepentimiento ha sido genuino y no falso y acomodaticio a las condiciones mundanas.

 

Para terminar inserto unas palabras maravillosas de la Escritura: Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.  (1ª Juan 2:12) En el nombre de Jesús, y por obra de un arrepentimiento verídico y confesión de tal pecado, se obra el prodigio más espectacular de la vida. Eres declarado inocente. Y nada menos que por el Padre Eterno.


AMDG