Con harto dolor

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

              

Querida Elia: Con harto dolor de mi corazón, contemplo como te lanzas de cabeza al mundo que solo te proporcionará amarguras y decepciones: Se que es tiempo de amores y la primavera de la vida se posesiona de ti, como es de naturaleza. Ahí es donde entra la vida del Espíritu, para guiarte por los procelosos escollos de la vida.

 

Tú me dices que ya tienes la edad, y que puedes considerarte una adulta para hacer uso de tu recién estrenada libertad, y yo te digo que andes con mucho cuidado. Yo sé como dice el poeta: malamente se cura el mal de amores con las palabras de un viejo. Pero hay que entender que te introduces de cabeza en la vorágine de la insolidaridad, el cinismo, la mentira y la voluptuosidad, engañada por los cantos de sirena del sistema que hombres perversos quieren implantar, para dominar sobre la juventud y asegurarse el poder sobre todos.

 

Siempre la juventud ha sido semillero de rebeldía, porque en su pureza aman desesperadamente la libertad, la vida, y la verdad. No las vas a conseguir por el camino de la promiscuidad, porque esta solo ofrece unos brillos y unos espejismos, que se tornan en crueldad y en llanto, cuando se revelan como lo que son; atractivos señuelos para pescar a gentes tontitas como tú, que junto a una inteligencia demostrada, vas como boba tras unas experiencias que pronto se te mostrarán con su verdadera cara. La siniestra cara de la esclavitud.

 

No desprecies el consejo que los mayores te damos de todo corazón, y aunque reconozco que vamos tal vez un poco atrasados en lo que concierne a la modernidad, por lo menos nadie nos gana en el amor que te tenemos y la buena intención con la que te aconsejamos. Nadie hará eso por ti, porque al estar impregnados de la malhadada modernidad, solo desean aprovecharse de tu personita tan gentil y en plena hermosura de la juventud. Claro que te quieren ¿Quién no va a querer, a besar y abrazar a una persona tan maravillosa como tú?

 

Tú te ríes de mis aprensiones, y yo sufro al verte en la postura tan promiscua en que estás. Lo que aparece ante tus ojos como libertad de los sentidos, solo es una repetición de lo que ya en tiempos antiguos era la promiscuidad y el abandono al instinto, con sus secuelas de explotación y esclavitud. Los excesos hacían del ser humano un muñeco sujeto a sus pasiones en su ambiente social. El mundo se regía por el principio del pan y circo, como ahora con las libertades que llevan a la trabajosa satisfacción de todos los deseos engañosos, y recogiendo para cada persona los resultados de este desenfreno.

 

En mi caso, de ser joven, me guardaría de pensar en ti con idea de formar una familia. Solo para poder satisfacer mis instintos. Ya sé que el concepto de familia está infravalorado hoy día, pero es también un impulso natural que hace que los pájaros monten sus niditos, y cada animal su cubil o clan. Es el instinto de reproducción que se desarrolla en todos para la renovación de la vida, y que está debidamente regulado (en los animales) para perpetuar en la descendencia la existencia de la especie. Para el hombre, la familia.

 

Todo eso se ha despreciado, y de ahí las esclavitudes del consumo,  de la ludopatía, la droga, de la promiscuidad, de las enfermedades venéreas, y de las que se derivan de la multitud de encuentros pseudos sexuales y que no satisfacen con plenitud y paz. Todo un catálogo de males. Los llantos y las decepciones se van acumulando, hasta que hagan de ti una persona que vaga por entre la vida, sin norte y sin guía que le puedan llevar a esa felicidad que buscas tan desesperadamente y de forma tan vehemente.

 

Cuando eso llegue, y llega pronto, ya no hay marcha atrás. Solo un regusto a vanidad y resentimiento, cuando contemples a los matrimonios que tienen sus hijitos, y disfrutan viviendo una vida sana y segura, porque entre la familia existe una confianza en la fidelidad y el verdadero amor.

 

Solo siguiendo el camino que Jesús trazó, creyendo y practicando las seguras maneras que preconiza el Evangelio te podrás ver libre, aun que hay tiempo, de las amarguras que acompañan a la desobediencia y al desprecio de la sana dirección de Dios que solo quiere tu paz y tu alegría. El camino que quieres elegir te llevará al dolor, como la droga mata al que al principio encontraba placer en ella. Después es esclavitud, llanto y decepción.

 

Dios te libre, y mi oración te lleve a la cordura antes de que sea demasiado tarde. Y que el Evangelio de Señor Jesucristo se posesione de tu corazón, para bien de tu cuerpo y de tu alma. No seas como dice  La Escritura: Y gimas al final, Cuando se consuma tu carne y tu cuerpo, Y digas !Cómo aborrecí el consejo! Y mi corazón menospreció la reprensión; No oí la voz de los que me instruían, y a los que me enseñaban no incliné mi oído! (Proverbios 5: 11, 12, 13).



AMDG