El Obispo Noyes

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

              

Sí, amigos correspondientes: He leído las declaraciones del obispo de Amiens, Jacques Noyes, que me habéis enviado algunos. También los comentarios y he quedado sorprendido por las interpretaciones que se dan. Como primer comentario, solo diré que entrar en discusión nos puede llevar los mismos dos mil años que han pasado desde la resurrección de Jesús, el Cristo de Dios. Dejemos eso, y diré claramente lo que pienso al respecto.  

Lo que dice el obispo es para comprender, sin estar sujeto a lo que él llama rumores. Tiene razón cuando dice que creer a Dios, no es creer a los que proclaman tantos desvaríos, porque esto sería como creer a todos los impostores que en el mundo han sido y serán. No es por tanto tan descaminada la declaración del obispo Noyes. Lo que no entiendo es como permanece en la Iglesia, que tiene sus dogmas perfectamente definidos y que a ellos hay que atenerse por parte de los católicos. Aunque yo no soy quién, para establecer lo que se hace en la Iglesia 

Yo respondo sobre mi fe, a los que me han enviado por distintos canales esta declaración. Entiendo que cada uno tiene una concepción y Kerigma distinto, y una forma de revelación en que se apoya para creer. Si Jesucristo no ha resucitado, vana es nuestra fe, vana es nuestra predicación (1ª Corintios 15:14), dice San Pablo, que de un perseguidor de la Iglesia se transformó en un predicador y plantador de iglesias. No creo que nadie cambie su elevada, cómoda y reconocida forma de vivir, por una errante y difícil, sin estar convencido de lo que hace. 

Mi fe, la puedo reducir para mi uso y consumo, en una convicción por demás lógica, en la existencia de un ser maravilloso que ha creado el universo, y que trasciende las limitaciones que pueda oponerle nuestro pensamiento o magnitudes. Mi fe también se basa en Jesucristo que se proclamó hijo de Dios, y que no me parece un desequilibrado, porque como dijeron los que iban a arrestarle: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! (Juan 7:46). 

Por tanto, para mí, basta y sobra con pensar esto y ponerlo en práctica; para mí, sin ser bibliólatra, La Biblia me parece suficientemente creíble por que concuerda con mi lógica, y a su referencia me entrego sin más reflexión que la que se me pide para llevar a cabo sus demandas y sus promesas. Y ya empecé hace muchos años, a disfrutar de sus frutos y de sus consuelos. Ella me ha hecho feliz y confiado, con las estupendas repercusiones en la salud de mi cuerpo y de mi alma. ¿Hay quien dé más? 

Comprendo que desde la posición del incrédulo y del reluctante, es muy difícil entender que hubiera un nacimiento de una virgen, y que hubiese una resurrección; que las aguas se aquietaran por mandato de un desorientado judío, etc. Por supuesto que desde el prisma y óptica de la incredulidad, estas cosas son indemostrables por la lógica y el pensamiento que manejan. Y ahí es donde la fe supera esa lógica, porque posee una lógica mejor, que abarca una dimensión espiritual inmensamente más amplia y más fecunda que la de los que viven sin fe y sin esperanza. Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. (1ª Corintios 15:19) ¡Menudo negocio! 

Así pues, esperamos a Jesús, y esperamos vida eterna. Y eso, en el aspecto práctico de nuestra vida en esta tierra, es de lo más tranquilizador que se pueda imaginar, y aunque solo fuera por eso vale la pena tener la fe. Es un don que nunca sabremos apreciar en lo que vale, los que la tenemos por el Espíritu de Dios.   

AMDG