Lo imponderable

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

              

Me cuenta uno de esos justicieros de los de “Justicia señor pero no por mi casa” que nunca ha visto en su vida un sacerdote paidófilo. Yo desde luego tampoco, aunque nadie sabe lo que hay dentro de cada uno, y lo que se puede hacer sin que se sepa por nadie. Lo mejor es que yo, en mi ya dilatada vida, no he sabido de ninguno que los conociera. No trato de maquillar nada, ni defender l indefendible con sofismas, sino decir algo al respecto tal como lo siento.

 

Decía este amigo, que las hormonas son unos bichitos que cuando se meten en el cuerpo, no lo dejan vivir hasta que no se salen con la suya. Una manera muy peculiar de decir que somos una fábrica de humores, que nos hace ir muchas veces adonde no queremos. Por poner un caso de otra índole, conocí a una chica casada y la mejor mujer del mundo (aparte de otras muchas maravillosas que conozco) que lloraba cuando se comía algo que le engordaba. Es decir, estaba comiendo algo que le gustaba tanto, que nada podía detenerla de comérselo, a la vez que lloraba su debilidad ya que estaba bien entrada en carnes.

 

Y conocí a una buena mujer, que sintiendo atracción para ella incontrolable por una hija suya, bien bella y hermosa, no encontró más solución que despeñarse por un precipicio que existe en su municipio. Dos casos de los muchos que puedo contar, debido no a la mala fe de las personas afectadas sino a su desarme moral y por tanto, al atractivo de la cosa deseada desordenadamente.

Para el cristiano, es imprescindible tomar de la Santa Escritura los consejos pertinentes, porque el inspirado y viejo libro es un tratado de sabiduría y conocimiento del ser humano, insuperable y efectivo hasta el fin de los siglos. Uno de sus consejos dice así a los cristianos: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia… (Colosenses 3: 5,6).

 

Es pues necesario evitar las ocasiones, porque el diablo sabe muy bien que las rendijas de nuestra personalidad o nuestras actitudes pueden ser doblegadas, metiéndonos en el lugar o momento adecuado para él, como en el caso de mi amiga en la cocina, comiendo y llorando.

 

Es necesario que se diga a los cristianos, que caen en los más obscenos vicios por causa de los “bichitos hormonales” o de cualquier otra clase, que todo puede ser redimido y que la misericordia de Dios está extendida como el aire nos envuelve y nos permite respirar. Solo hay que ir a un consejero apropiado y, arrepentidos, hacerle caso; porque si está capacitado (él también sufre tal vez, de esas embestidas del enemigo de Dios); su consejo y el poder de la sangre de Jesús nos librarán de tales caídas.

 

Sé que es fácil decir y más difícil hacer, pero es necesario que el que busca a Dios sepa que le hay y que es galardonador de los que le buscan. Lo que atrás queda, atrás quedó para siempre. Miremos a Cristo, y robustezcamos nuestra fe apartándonos de los devaneos que solo traen dispersión y una relación, querida o no, con las malas costumbres y los hechos del mundo opuesto a Dios. 

AMDG