A Bartolomé López Lara

Autor: Rafael Ángel Marañón

   

 

Al fin me gozo de poder enviar un trabajillo dedicado a una persona digna y de buen testimonio.


Doy gracias a Dios por tener muchos amigos de verdad, a los cuales yo no he buscado sino que su amor por Jesús los ha hecho amigos, como ellos han merecido ser queridos por mi parte. No es buscando la popularidad como se hacen estos sólidos amigos, sino practicando de forma natural y consciente las prescripciones que el apóstol Pedro nos hace en una de sus admoniciones.


Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.


Porque: El que quiere amar la vida, y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. 1ª Pedro 3:
Y es así, querido hermano en Cristo, que los que amamos al Señor Jesús, somos miembros de Él en su Iglesia Universal. En ella no caben reticencias ni maldades, sino amor verdadero en Jesucristo que es el único amor, sin desconfianzas, intereses, o reproches. Amo realmente a mis amigos, porque espontáneamente soy capaz, tanto de gozarme en sus victorias, como de dolerme en sus tribulaciones.


Es realmente algo grande estar en una sincera y amplia comunión, aunque en asuntos que el Papa Benedicto llamaba las cosas segundas, pueda existir una diversidad de opiniones. No somos nadie para excluir a los demás, sino cuando estemos en desacuerdo en cosas principales, o ellos traten de llevarnos a un terreno de desobediencia que aborrecemos.


Estoy convencido de que los que estamos en Jesús, no podemos despreciar a los que son llamados por el mismo Papa hermanos separados. Ya recuerdo que el Padre Llanos en el Pozo del Tío Raimundo decía misa todos los días completamente solo, pero lo hacía sabiendo que era para los residentes un testimonio vital. A él lo respetaban aunque no asistieran, pero le pedían la ayuda cuando la necesitaban porque sabían que con él se podía contar. Ese es el testimonio del que no busca lo suyo, sino lo que es bueno en el orden espiritual.


Esa postura continuó con Diez Alegría, segregado de su orden jesuita, y ejerciendo el sacerdocio siguiendo los pasos de Llanos. Hay mucha gente maravillosa, que cumple con entusiasmo y constancia sus obligaciones. Imitémoslos en todo lo bueno, y seamos misericordiosos con lo que menos nos guste de sus cosas, porque así lo hizo y recomendó vivamente nuestro divino maestro.
Todo esto te digo, Bartolomé, porque quiero que ya que tenemos una tan buena y firme amistad, la sigamos en Cristo y será eterna. AMDG.