¡Bravo, Munilla!

Autor: Rafael Ángel Marañón

   

 

              

Acabo de descubrir en un periódico popular, unas estadísticas informales propias de un periódico mañanero gratuito. Aunque no sean representativas de la generalidad de la población, sí reflejan lo que opinan las gentes que madrugan y trabajan. Un porcentaje enorme, el 80% opina que la eutanasia debe aplicarse ya de forma general, y solo un 15 % dicen que les parece que es un medio para encubrir la eutanasia. Dígase asesinato.

 

No entro en razones más o menos discutibles, sino que pongo sobre el papel mi percepción cristiana. Junto con el aborto, la inseminación artificial, los anticonceptivos y la educación sexual, que en mis tiempos hubiese sido una vergüenza, y motivo de un motín o algarada, se contempla en la actualidad todo eso y más, como algo natural y deseable; y al que no pasa por esas “horcas caudinas” de las medidas gubernamentales se le tacha primero de fascista, y después de cavernario, atrasado, obstáculo del “progreso”, y otras lindezas. Y se procede en consecuencia contra él.

 

El obispo Munilla, dijo en su momento algo que indignó hipócritamente a muchos, De estos había muchos ignorantes, que no acertaban a descubrir, ni se preocuparon de ello, el profundo y real contenido de sus palabras. Otros, más conocedores, se daban cuenta de que tras el equívoco de sus afirmaciones había una verdad impactante y siniestra. El pensamiento anticristiano de la mayoría de la población trabajadora. Tal vez inconsciente, y de ligera apreciación como quien responde a unas preguntas sin tener en cuenta la trascendencia de las mismas.

 

Todavía veo por las mañanas, muy temprano, a las madres y padres que llevan a sus pequeñines al colegio, envueltos y casi tiernamente aplastados en abriguitos y bufandas, aun casi de noche y a veces me pregunto. ¿Gente que así hace en España, con el celo y el rigor con que lo hacen, pueden ser anticristianas?

 

¿Tanta indiferencia por algo tan necesario para sus infantes como es el conocimiento de Dios desde sus principios? ¿Tanto interés en que vayan a que se les enseñe algo que, siendo de una gran utilidad, no se puede comparar con la verdadera vida trascendente y espiritualmente vital?. Se palpa y se mastica un amor y un celo en los padres, y una enorme confianza en los niños hacia sus progenitores que maravilla. ¿Cómo pues, hemos llegado a esta situación?

 

¿Son esos padres conscientes de que llevan a sus hijos, a donde le enseñarán que deben dejar a sus padres morir mediante una artimaña de la medicina? ¿Que cuando ellos sean viejos (sí viejos; se dice así) van a ser eliminados como escombro, para dejar tranquila a una familia a la que ya el anciano resulta ya un fastidio?

 

Apoyo al Obispo Munilla, al que veo que muchos no han respaldado porque no quieren ser acusados de aquello de que ha sido acusado el Obispo. De crueldad, y poner delante del giganteo sufrimiento de la gente de Haití. Estoy totalmente seguro de que Munilla es más sensible que tantos otros, que se rasgan las vestiduras cuando este hombre ha dicho la verdad más trágica que se cierne y ya convive con esta España y Europa cuasipagana.

 

Bendito Obispo, que supo decir sin miedo, la verdad que quiere ser desechada por las gentes. Igual que su maestro Jesús, sufre la incomprensión y el reproche de los que saben que dice la verdad. Es su oficio, y a su deber se entregó al denunciar la verdad. Si fueron o no oportunas sus palabras y su reflexión es otro asunto. Estoy en perfecta comunión con el obispo en todo esto, y me parece que lo que dijo ha resultado ante ese escándalo sobrevenido arteramente, más eficaz que tantas declaraciones que se leen y se olvidan.

 

Dios sabe lo que hace.

 

AMDG