Descuidar la oración (1)

Autor: Rafael Ángel Marañón

   

 

               Hay muchos que me dicen cuando tocamos estos temas que la oración no es rezo o letanía. No estoy del todo de acuerdo. Trataré de explicarme. En materia de oración hay mucho despiste, incluso entre los que nos creemos que entendemos muy bien todo. Trataré de explicarlo lo mejor que sepa.

 

Es cierto que repetir vanas palabras, sin apenas concentración o sentido es una labor tediosa e inútil; lo que nos mandó el Señor muy encarecidamente, es algo muy distinto a lo mencionado; aunque superconocido no me resisto a ponerlo: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. (Mateo 6:7,8). Enseguida, nos entrega la oración sublime del que llamamos Padrenuestro, atendiendo la petición de enseñarles a orar.

 

Y hay mucho que decir de esta maravillosa potestad que se nos ha dado a los hombres de poder ponerse en conversación con el mismo Dios, Creador del Cielo y de la Tierra. Una de ellas es la costumbre que tenemos muchos cuando nos despedimos o hablamos con algún hermano decirle: oraré por ti, o estoy orando por ti.  Si es así no hay nada mejor, lo malo es que se lo decimos a personas por las que no oramos, y sin embargo le afirmamos que sí lo estamos haciendo.

 

Esto, amigos y hermanos en la fe, no debe ser así. Es mejor decir como Pablo apóstol cuando se dirigía a los creyentes, tan numerosísimos ya, y les decía como a los filipenses: Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros. (Filipenses 1:3). Naturalmente él no podía acordarse de aquellos hermanos uno por uno, por lo que siempre que le venía a la memoria aquella congregación daba gracias, como se explica a continuación del verso que cito.

 

Así que debemos orar por los hermanos, porque así nos lo recomiendan las Escrituras Santas: Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:16). Ese ejercicio sincero de recordar a los hermanos para orar por ellos al Señor, tiene mucha más significación de la que le damos frecuentemente. Dios sabe lo que ha de hacer, pero quiere que nos recordemos y pongamos la vida de otros en sus manos, porque Él sabe bien lo que cada uno necesita en orden a su propósito para lo que los llamó.

 

AMDG